Prometì no ilusionarme con nadie,
me contemplè desde el fondo de mi ser
y supe cuánto valor poseía mi corazón,
aun asì seguía creyendo en las personas,
pero a los demás le valìa de madre mis creencias sinceras.
¡Vos!, lector, tal vez ni me conozcas,
pero te dirè que cuando he querido siempre me he quedado hasta el final,
a veces han prometido la misma incondicionalidad y me han jurado las mismas promesas vanas,
para luego joderse en lo que proyectaban sus palabras.
Hoy, hace unas horas,
he comprendido que seguiré insistiendo en enriquecer mi persona,
no imitando los malos hábitos
de los que blasfeman buenas intenciones y hacen catástrofes de sus acciones.
Hoy brotò una lágrima de mi corazón y corrió tan de prisa que contra el piso ha estallado,
y asì le siguieron un centenar de ellas,
en este estío que pasaba
bajo la presión de nostalgias apresuradas.
Hoy sentí que él se burlò de mì cariño
y como siempre me pasa, tengo la necesidad de alejarme,
de borrarlo de mis pensamientos,
de exiliarlo de mis sentimientos.
Hoy mi alegría està de duelo.
Mi amigo, el único que tengo y que mucho quiero, me ha dicho que debo reponerme del desamor,
que ya no ande llorando por tonterías,
que debo ser fuerte porque sino me llevaràn puesta.
Siento el latido de mi corazón aletargado,
mi interior yace deshabitado,
mis ojos se han abstraído en la admiración de un paisaje, que en algún tiempo atrás
ha apaciguado el malestar endiablado.
Mis ilusiones son un manojo de papeles rotos,
de pájaros abatidos por el mal tiempo
y por el abandono.
Dirás que me quieres,
pero algo dentro de mì se ha quebrado en la profundidad del sentir que me abruma
y aquéllo hiere,
no es fiebre,
es otorgarle consentimiento a la muerte
para que nos veje.
Es darle un motivo al dolor
para que en su sepulcro nos entierre,
con la plegaria de nuestras ilusiones,
en el languidecer de este invierno,
en el arrebato de un beso,
en la carcajada de la plebe,
con tu voz en un "te quiero",
con la ternura sumida en las manos,
con el anhelo de un fuerte abrazo,
con tu perdón en un recado
y con todo lo que se nos fue
en la inmensidad de este sueño arrebatado,
éste, que se batió a duelo con el remordimiento.
¡Oh!, y al finalizar nuestra charla,
pude comprender
con el arte de observar lo que subyace en la piel,
que las esperanzas cultivaron màs frutos,
que los besos para tu cuello
son infinitos y abruptos,
y que este desconcierto
no se quedarà para siempre, mi cielo. |