Hoy me acordé de vos
y quise vislumbrar tu silueta
del otro lado del espejo,
pero ya no habitaba nadie y tuve miedo,
ni tus palabras,
ni la fuerza de tus versos,
ya no habitabas
y fue fácil perderme de nuevo.

Me encontraste rota, hace tiempo,
me ayudaste un poco
y la vida siguió con ese mismo dolor
del desprendimiento.

Me querías fuerte,
hermosa y valiente,
me querías desnudar el alma
y también la mente.

Hoy me hizo falta extrañarte,
imaginarte en alguna parte
y sumergirme en la tristeza al no encontrarte,
¡proyecté mi vida a tu lado!
y me sigo preguntando:
¿dónde te has refugiado?

Tanto desamparo,
tantas manos que no fueron la grafía de tu ocaso,
tanto corazón que prefirió morir
en la precocidad del pasado.

Dime si volverás, príncipe infame,
los gusanos recubren
la fortaleza de nuestra verdad;
confía
en que las estrellas dibujarán un trazo
que te lleven a las orillas de mi mar,
entre la multitud,
entre tanta soledad que nos ha degenerado
por pecaminosos y vulnerabilidad.