Vienes bajando del avión,
largas horas te esperé.
Traías el futuro bajo el brazo,
algo pude divisar,
todo se veía ya escrito,
algo mio ahí debí estar.

Tomados del brazo
comenzamos a andar,
felices saliendo del aeropuerto
a todos quisimos saludar.
Unos bien, otros no tan mal,
de nuevo todo y nada hablar,
y sin más tiempo desperdiciar
nos dedicamos a planear
ese camino con el que al mundo queríamos cambiar.

Ya sea en Ñuñoa
o al otro lado del mar,
mil cosas pudimos inventar,
y en la pérgola de las flores
un nuevo sueño debía comenzar.

Donde fuimos a parar,
y la tiza nos veía conectar,
tú una flecha, yo la proyección,
eramos dos versos de una misma canción
separados por un coro de vida,
una melodía de ilusión.

De la mano en una sala de clases
el mundo nos vió cambiar,
con bombas de colores,
tanto el odio como la ansiedad,
desapareciendo los vicios
viendo el amor triunfar,
y los niños en sus pupitres
saltaban de felicidad,
viendo un mundo nuevo
donde nuevamente podrían jugar.

Tu trazaste la flecha, sí
con espontaneidad y sin preocupación,
pero así como este verso,
todo rápido terminó
cuando yo, al dar la vuelta,
vi que borrabas el vector
y con ello, mi proyección.

Finalmente, nada de esto sucedió.