Mery volvió a cerrar los ojos con más fuerza. Buscó y buscó entre sus pensamientos pero no encontraba nada. Estaba desesperada. Ya estaba a punto de rendirse una vez más cuando oyó a su madre decir: “Vamos Mery, ¡tú puedes hacerlo hija! ¡Confiamos en ti!”
Eso le hizo recordar a sus padres, a su casa y a los buenos momentos que pasaban juntos. Recuerdos iban y recuerdos venían. Mery ya se estaba calmando un poco.
Entonces, uno de esos pensamientos le llamó la atención. Estaba ella buscando algo en una caja. Parecía desesperada. Buscaba y buscaba sin éxito alguno. Iba a comenzar a llorar cuando una sonrisa se formó en su rostro. De la caja sacó una hermosa estrella dorada. La abrazó con fuerza y se fue corriendo.
-¡Papi! ¡Papi! –exclamó mientras se acercaba a su padre.
-¿Qué pasa hija? –le preguntó su padre dándole un abrazo.
-¡La encontré! ¡La encontré! ¡Encontré la estrella! ¡Mira!
Mery le mostró triunfante la estrella a su padre.
-Bien hecho Mery –dijo su padre dándole unas palmadas en la espalda.
-¿Puedo ponerla? ¿Puedo ponerla?
-¡Ja ja ja! Por supuesto.
-¡Si!
Mery dio algunos saltos de felicidad. Su padre le extendió y la cargó para que colocara la estrella en la punta del árbol, adornado con listones, bastones, figuritas navideñas, guirnaldas, copos de nieve y muchas luces. Fue un poco difícil pero al final lo consiguió. Miró satisfecha el hermoso árbol de navidad y los regalos que bajo el estaban.
Y así, gracias a este recuerdo, empezaron a llegar más. Recordó como amaba ayudar a sus padres a decorar la casa, como amaba tomar chocolate caliente y calentarse bajo la chimenea, como amaba salir a la nieve y divertirse haciendo ángeles de nieve, como amaba escribirle su carta a Santa Claus pidiéndole un poni, un unicornio o una muñeca… pero lo más importante: recordó cómo amaba la navidad.
El collar comenzó a iluminarse ante la vista de todos y empezó a flotar junto con Mery. A los pocos segundos ya estaban a 3 metros del suelo. El collar despidió una luz blanca que la empezó a cubrir. El brillo era tan fuerte que todos tuvieron que taparse los ojos.
-Es ella –se dijo el anciano-, no me había equivocado.
La luz finalmente empezó a desaparecer y ahora Mery llevaba puesta una túnica blanca. Su cabello café ahora era una rubia y larga cabellera. Sus padres no podían creer lo que veían.
-¡Mery! –gritó el anciano. Mery abrió los ojos y se asustó. Estaba muy lejos del suelo y en vez de su ropa normal ahora traía una túnica blanca.
-¡Ayuda, ayuda! ¿Qué hago? ¿Qué hago? –decía Mery moviendo sus manos y pies desesperadamente. El anciano se rio.
-Tranquila Mery, solo piensa en tu mente que deseas bajar.
Mery lo hizo y al poco tiempo ya se encontraba de nuevo en el suelo. Corrió a abrazar a sus padres, quienes aún estaban atónitos por lo ocurrido. El anciano se acercó.
-¿Q-qué fue l-lo que p-pasó? –Preguntó Mery asustada y entrecortada- ¿Por qué e-estoy así?
-Tranquila Mery, esta es la prueba.
-¿Prueba?
-La prueba que demuestra que eres la elegida del collar, para velar que el espíritu navideño no se acabe, así como lo hice yo.
¿Pero por qué yo?
-Porque eres la única que aun disfruta y vive con una genuina y verdadera alegría. Vivimos en tiempos difíciles Mery, ya los niños no celebran la navidad como antes. Han perdido la emoción y el deseo. Sumado a eso, por mi avanzada edad, ya no puedo cumplir mi misión. Por eso el collar te eligió para ser mi sucesora. Mery, en este momento te voy a encomendar una misión un poco más pesada que la mía: quiero que hagas que vuelva a nacer en los niños el espíritu genuino de la navidad. Y una vez hecho deseo que procures que ese espíritu genuino no desaparezca. Mery, ¿aceptarás esta enorme tarea que te estoy encomendando?
Mery estuvo pensativa, mirando al anciano y al collar.
-Yo… no lo sé… ¿y si fracaso?
-No vas a fracasar Mery. Si fuera así el collar no te elegiría.
-¿Pero y si no me creen?
-Para eso tendrás el collar, para que les demuestres que es cierto.
-Pero… pero…
-Mery, ya no pienses en excusas. Este es tu destino. Al principio yo también tenía dudas como tú. No me creía capaz de poder realizar tal tarea. Pero, ¿sabes qué? Decidí intentarlo. ¡Y mírame! ¡He logrado cumplir la misión por más de 77 años! ¿Vas a aceptarlo?
Mery miró a sus padres. Ellos movieron la cabeza afirmativamente, en señal de apoyo. Volvió a mirar al anciano y al collar. Y con una gran seguridad asintió con la cabeza.
-Está bien, acepto.
El anciano sonrió y la abrazó.
-Muy bien Mery. Tienes una gran tarea de hoy en adelante. ¡No me decepciones!
-No lo haré.
El anciano dejó de abrazarla.
-Bueno… creo que es todo. Mi labor ya ha terminado.
El anciano se despidió de Mery y de sus padres y comenzó a alejarse. Mery miró su collar y se dio cuenta que aun llevaba puesta la túnica blanca y el cabello rubio.
-¡Disculpe! –gritó Mery al anciano. Este se volteó- ¿cómo hago para volver a tener mi ropa y mi cabello normal?
-Sólo quítate el collar.
Mery lo hizo así y efectivamente su ropa normal y su cabello volvieron.
-¡Gracias!
-Por anda. ¡Hasta la vista Mery!
El anciano siguió caminando hasta perderse de la vista de Mery. Sus padres se acercaron a ella.
-¿Estás bien? –le preguntó su mamá.
-Si mamá. ¿Y sabes? Creo que nunca me había sentido mejor.
Mery volvió con sus padres a casa muy contenta. No solo por la experiencia vivida, sino porque la chispa de la navidad había vuelto a surgir en ella.
FIN |