Hay dagas que se incrustan en la mente y en pos de la venganza acumulada destrozan al perdón con su insistente retorno a la penosa encrucijada. Transitan por la vida sin presente buscando en el ayer esa estocada que como un cruel veneno de serpiente dejó la ofensa eterna inoculada. Eligen corregir a lo incorrecto, llorar por las afrentas recibidas culpando a la agresión con torpe asedio. No saben que el veneno pierde efecto cuando se cicatrizan las heridas y en forma de perdón llega el remedio.
Texto agregado el 31-01-2017, y leído por 236 visitantes. (6 votos)