El árbol se cayó,
El esqueleto de invierno al lado de la ribera
El que escuchó nuestro eco en el silencio de la tormenta
Nublado de ciudad, vigilante de la pista alambrada,
Y su cortina está cerrada.
El árbol se cayó,
El que de azul contorneaba nuestras miradas,
Mientras ceñía mis ramas en caderas de abeto,
Y marcaba con el polvo de mis labios,
La tapa de su esencia, una mejilla de averno,
Y la cortina está cerrada.
El árbol se cayó,
En fríos fotogramas parcialmente alegres,
Hasta la escena estival rayada de soledad.
Dos navegantes criminales lo miraban
Y ahora queda un solo bucanero,
Mientras contempla el antiguo tesoro,
El náufrago confinado en el azar,
De la cortina que está cerrada.
El árbol se cayó,
Y la luz acaricia con ternura el polvo,
Aquel sinuoso testigo atemporal,
Que removimos con violentos manotazos,
Y que ahora su recuerdo es,
Mientras la cortina cierrase sin piedad.
El árbol se cayó y la cortina está cerrada,
Y un soplo austral removió sus canas,
Para mandarlo a divagar
En banales pasos sobre el follaje,
Que duermen recordando el roble,
Mientras él olvida las líneas eternas del mundano pasaje.
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