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Sentados en la puerta de la casa sin nada que hacer, una calurosa tarde de verano. Disfrutando y compartiendo un cigarrillo artesanal hecho a base de marihuana. Eramos tres animales consumiendo droga en uno de los pasajes más peligrosos de la ciudad.
"Marcoleta" vestía unos roñosos pantalones con sendos agujeros por donde escapaban sus rodillas, usaba una mugrienta polera de color negro (que no se sacaba nunca) estampada con la portada del disco "Metal Heart" de la agrupación alemana Accept.
A su derecha "El sopa", oscuro personaje adicto a la pasta base (clorohidrato de cocaína) "trabajaba" asaltando personas con una pistola falsa. Siempre vestido con lo último de las colecciones en moda de marcas masculinas. Solía robar vestuario en exclusivas tiendas departamentales.
Finalmente cerrando el círculo, estaba yo. Reusándome a dejar mi atuendo de negro; pantalones hecho jirones, botas militares, polera y gorro de ala corta circular, todo de color negro.
Con gafas oscuras manteníamos nuestros ojos alejados de las miradas escrutadoras de aquellas vecinas que a esa hora de la tarde salían a regar los jardines. La finalidad de dicha actividad no era mantener el césped y las flores en óptimas condiciones, más bien era una excusa para ver con "ojo clínico" lo que acontecía en el estrecho pasaje.
_ ¿Que onda pendejos?_ Dijo al llegar inesperadamente "El Cebolla" uno de los personajes mas violentos y temidos del vecindario. No hay mucho que relatar acerca de él. Un individuo de edad madura que produce mucho temor a quienes tienen el "placer" de conocerlo, dicho pánico es generado por una clara inestabilidad mental producto de su dependencia y uso indiscriminado de cocaína; había salido y entrado a la cárcel desde temprana edad. Una leyenda urbana bromeaba relatando que su madre tenía que ir a la correccional para amamantarlo.
_ Nada, solo disfrutando de la tarde_ Marcoleta responde poniéndose gotas en los ojos, un unguento oftalmológico que evita el enrojecimiento ocular producto del nocivo consumo del alucinógeno; de soslayo nos mira con algo de preocupación por la imprevista llegada del siniestro personaje.
_ ¡Dame flaco!_ De improviso toma de entre mis dedos "la cola" de nuestro cigarrillo de marihuana. Obviamente no dije nada, ni cagando llevaría su contra. Supe que el último huevón que le dijo "no", "El Cebolla" sin arrepentimientos le metió dos balazos en el corazón.
Allí estábamos los cuatro, sentados afuera de la casa, Marcoleta, El Sopa y yo intranquilos, como si hubiésemos sabido de los trágicos hechos que ocurrirían.
_ ¡Helados! ¡Sabrosos los helados!_ Don Mario pregonaba sus productos arrastrando el carrito de ventas de helados. Era conocido en todo el pasaje y los niños siempre eran los más contentos con su llegada.
_ ¡Hey acá viejo!_ Lo llamó "El Cebolla"_ ¿Quieren comer helados?_ Nos preguntó levantándose, dándonos la espalda y riendo.
_ ¡Dános a todos paletas heladas que tenemos mucha sed!_ Dijo violentamente; no esperó que Don Mario repartiera los helados, él mismo los sacó desde el carrito. Y no solo nos pasó a cada uno un helado, si no también metió sus garras en los bolsillos del delantal del viejo, quitándole todo el dinero que había obtenido por las ventas del día.
¿Que podíamos hacer? ¿Defender al pobre anciano? Solo eramos unos espectadores más viendo como "El Cebolla" sacaba de entre sus ropas la negra y grasienta pistola. Sin mostrar la más mínima señal de agitación le apuntó al pecho mientras devoraba el helado.
_ ¡Y ahora ándate antes que te mande "al patio de los callados" viejo conchatumadre!_ Reía desenfrenadamente. "El Cebolla"
_ ¡Auxilio me están robando!_ Gritó Don Mario. Fue lo último que escuché...
Recuerdo que quise huir, pero estaba demasiado asustado y las piernas no me respondieron.
_¡¡¡Pam!!!_ Sonó el primer disparo; la bala entro por el torax y salió por su espalda llevándose algo de carne con ella.
_¡¡¡Pam... Pam...Pam!!!_ Los siguientes tres tiros fueron cuando el viejo estaba en el suelo. Algo dijo Don Mario cuando los gorgotones de sagre salían por su boca. Algo que no entendí.
Quedé petrificado con el helado chorreando por mis manos, viendo como la vida de Don Mario se apagaba, observando como el blanco delantal del viejo heladero se llenaba de sangre.
_ Padre nuestro que estás en los ciel..._ Alcanzó a decir antes que su alma abandonara el cuerpo.
Marcoleta y el Sopa estáticos frente a los desenfrenados gritos de doña Clementina que pregonaba a todo pulmón ¡Ellos fueron, yo los vi, ellos mataron a Don Mario! Exactamente las mismas palabras que gritaba la salvaje y descontrolada multitud reunida alrededor de nosotros cuando la policía nos subía esposados al furgón de carabineros.


Texto agregado el 27-01-2017, y leído por 300 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
28-01-2017 Creas escenas de películas con tus textos ***** grilo
27-01-2017 Muy real y escalofriante tu relato.En la actualidad es una escena cotidiana.UN ABRAZO. gafer
27-01-2017 Ah... Y es tan real que me daba furia contra esos tipos (tus personajes) cuando te leía. Jajajja. Fíjate si eres bueno. Besitos, amigo lindo. SOFIAMA
27-01-2017 1. La narración es brillante, como siempre. El contenido muestra el pan nuestro de cada día de las calles del mundo donde estos pendencieros quieren desquitarse con el mundo entero su resentimiento social o su mala formación de hogar. SOFIAMA
27-01-2017 2. Un texto donde das lección de vida, tan bien lograda, que el lector, o al menos yo, hubiese deseado que los tiros hubiesen sido contra el Cebolla. Muy bueno, amigo. Te felicito porque tienes el gran don de crear diálogos que convencen. Un abrazo full, Vejete querido y admirado. SOFIAMA
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