Incendio, arden las vidas y se retuercen furiosas
en guirnaldas del averno que festinan la victoria
de los intereses palatinos y del eterno hedonismo
que necesitan de la fiesta de promesas calcinadas
de palabras que se funden medio de su indolencia.
La ira que nos incendia las construcciones modosas
de dioses que apagan furias, rebeliones y protestas
las deidades corporativas que ya perdieron su fuero
basta de coros blandengues e injusticias consensuadas
que salga el hombre por fin de su caverna de dudas.
Fuego que se multiplica con los nerones de siempre
mas las llamas no consumen el esplendor de su riqueza
arde todo, mano cruel que es dueña de aquella antorcha
para sembrar la misma miseria que gustan de prodigar
en el corazón y en el alma de sus resignados peones.
No existe persona que apague el inmenso fuego fatuo
que arde en el frío pecho de estos provectos señores
si existe un dios, que no sea el mismo de los patrones
que sople con su justo aliento la maldad democratizada
y que siembre por fin justicia para el hombre desolado.
Texto agregado el 26-01-2017, y leído por 60
visitantes. (3 votos)
Lectores Opinan
26-01-2017
Creo que falta educación y sobran hijos de p...t...***** grilo
26-01-2017
Nunca podré estar de acuerdo con la destrucción como forma de justicia, menos a nuestro malogrado planeta. Sutíl declaración justiciera. 5* Nazareo_Mellado
26-01-2017
Bien escrito, bien dicho.
El fuego arrasa y destruye despiadado.
¿Que le queda al que perdió todo, pero no la vida? Le queda esperar que de las cenizas brote y renazca libertad, consecuencia y bienestar. Vicherrera
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