Un hombre, deseoso de alcanzar sus sueños, decidió industrializar la imaginación. Así, idealizó un modelo en el que se interrelacionaban las principales variables que componen el mundo onírico. Regresiones, estadística y análisis cualitativo dieron como resultado el esquema apropiado para reproducir cualquier sueño.
El hombre probó su teoría con un sueño pequeño; el resultado fue el esperado: un helado de sabor y textura única estaba en sus manos; la emoción no le permitió esperar y quiso verificar la escala que podría alcanzar su trabajo. Esta vez, trajo del mundo de los sueños, algo que desde niño deseo, un dinosaurio amarillo. Con esta prueba, confirmó el éxito de su trabajo, y se dedicó a hacer realidad todos sus sueños.
Comprendiendo la magnitud de su hallazgo, compartió el trabajo con familiares y amigos, ellos agradecidos, le brindaban alguna contribución, y le sugerían crear su propio taller de sueños. El hombre tomó la palabra, e inició su microempresa. Pronto se corrió la voz, y de todo el pueblo llegaron soñadores con la expectativa de obtener sus deseos por la vía rápida.
El proyecto crecía, y lo que inició como un pasatiempo, se fue transformando en una novedosa idea de negocios. Empresarios importantes lo contactaron para enterarse de los detalles y buscar asociaciones. El mundo se enteraba que un hombre podía cumplir cualquier sueño, y la revolución comenzó.
Los encargos no paraban de llegar, la demanda era tal que, el nuevo magnate tuvo que ceder franquicias y dejar la producción artesanal. Bajo el lema “Hacemos sus sueños realidad” el mundo no paraba de producir deseos, mismos que, con el fin de ser fabricados lo más pronto posible, comenzaron a estandarizarse, la personalización de los sueños perdió fuerza, y la producción en serie tomó su lugar.
Una década después, y gracias a la globalización, en todas las regiones del mundo los sueños se alcanzan en minutos. En las vitrinas se observan las nuevas tendencias, los almacenes difunden el “2x1” y en la web se hacen pedidos directamente a la fábrica. Una década después, y con algo de tristeza, construimos una sociedad donde se trabaja para comprar sueños, sueños hechos, pero sueños de otros.
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