Grillo que cantas,
que haces de tu prosa una fibra escarlata,
que contemplas el resplandor de mi alma
y en su parsimonia la acompañas.

Grillo
que despiertas a mi soledad,
que inquietas y perturbas
mi tranquilidad,
pues, te diré que soy una muchacha
de semblante lánguido y solitaria
y te cambiaría mil mentiras por tu verdad.

Vos sabes de mis penas,
de la inocencia emocional que conservo,
de la conciencia primitiva
que en vez de omitir
ha sabido construir versos para tus desvelos.

Sabes de mi perversa nobleza,
que después de tanto desamparo,
es la sólida base
que ha contenido las columnas de mi fuerza,
a merced de los acontecimientos
que forjaron mi calvario y mis miserias.

Poesía nocturna
que en la peripecia de existir deambulas
mientras que el frágil metal se retuerce
en la exaltada imaginación que nos conmueve
y en la intensidad de este sentimiento
las penumbras de la noche
se desatan y emergen.

Sentimiento de amantes,
¡no apto para los cobardes!,
pasión que explota en el vientre
y un te quiero
tengo atornillado entre los dientes
y ha sabido ser este querer,
un sendero esperanzador
en la desértica mente.