A veces quisiera encontrarme conmigo, con ese otro ser que vive aventuras sombrías que se van tejiendo entre las cobijas, allí surgen lugares extraños, pero que, aun así, sé en donde se encuentran.

Ese que surge en el sueño profundo es igual que yo en sus reacciones y quizás nunca ha actuado de forma intrépida y si lo ha hecho, no me asombra en lo más mínimo, porque quizás atrapado en un sueño puedo realizar lo que nunca he hecho. Jamás se ha mirado en uno de esos espejos, acaso me asombre al ver un rostro ajeno al mío.

Algunas veces, él y yo, hemos visto como muchos niños trepan como lagartijas azulinas por las ventanas hasta alcanzar el cuarto piso. Es una escuela y los chicos pretenden llegar a su sala haciendo uso de sus manos y de esa liviandad de sus cuerpos prestada por mi ensoñación. Me sorprendo, pero soy un silencioso testigo de la osadía de esos niños.

En mis sueños aparecen habitaciones lúgubres y en donde mi intranquilidad no me permite descansar. Reconozco situaciones puntuales, pero desvirtuadas en esa dimensión que no sabe de colores intensos ni de una lógica que se iguale a la ilógica en que vivimos despiertos. En algún momento visualizo a unos obreros que trabajan afanosamente en lugares que parecen talleres y en donde curiosas maquinarias son utilizadas para quizás qué proyecto. Un insignificante empleado pretende que cuando lleguen los camiones con materiales, lo hagan de acuerdo a una coreografía diseñada por su vanidad. No digo huelo, pero intuyo sus deseos de ser un personaje importante. ¿Será ese hombre yo mismo, tratando de encontrar un filón de oro en medio de la incertidumbre?

Entro a baños insalubres, pero mi urgencia es mayúscula. Quisiera ser dueño de este guión escrito por mi subconsciente, pero, son otros mecanismos los que enhebran las ideas y sin escapatoria alguna, me introduzco en miasmas asquerosas y allí me cobijo.

No sé conducir vehículos, pero me he visto sentado en una especie de Lamborghini gris corriendo a velocidad alocada, sin temor a colisionar con nada ni con nadie. Yo y ese que también soy yo, somos un solo cuerpo que se va escapando por alguna razón. En otras ocasiones, corro libre y con energía asombrosa sin sentir la desagradable sensación del cansancio. El Yo que está inserto en ese otro yo, sabe que nada es real y que alguien o algo escamoteó una pieza clave en este libreto.

Pero, todas esas pesadillas y anhelos incumplidos pertenecen al mundo onírico, ese que se nutre con todas esas ideas que me van impactando en la realidad y que se quedan quietas en algún lugar de mi cerebro para que ese protagonista en las sombras, que también soy yo, las experimente en ese mundo de sombras y perplejidades.