En un muy lejano lugar
de la Europa ancestral
ocurrió lo que os voy a contar
si no les parece mal,
una bella mujercita
de primorosos veinticuatro
cierto día se dio cita
con un hombre de buen estrato.

Llovía que era un portento
en las calles de la ciudad
ella aguardólo en su asiento
muy plena de felicidad
un té se sirvió al pasar
gustosa el líquido bebió
y la ilusión vino a trasegar
un pensamiento que la arrobó.

En su hermosos ojazos
visualizó a ese galán
lo quería entre sus brazos
a tan misterioso adán
y a las cinco de la tarde
apareció una carroza
lujosa que era un alarde
tembló nuestra guapa moza.

Del coche descendió un hombre
y con paso determinado
entró al bar y preguntó un nombre
al del lugar encargado
el corazón de Catina
nuestra chica de este cuento
sufrió una especie de angina
por el miedo y el contento.

El hombre que era el criado
la invitó a subir al carruaje
al castillo más afamado
irían en un largo viaje
el hombre no sonreía
tras los corceles lustrosos
Catina ya preveía
que le aguardaba algo hermoso.

La noche vino a caer
con el trote de los corceles
y como es de suponer
la chica imaginaba mieles
soñaba con grandes lujos
un galán vistiendo sedas
en una alcoba de embrujo
del castillo en la arboleda.

Mas, un páramo apareció
en medio del bosque tupido
Catina se estremeció
no es un lugar para Cupido
y en las sombras emergió
un castillo de gran lobreguez
aún Catina sonrió
cuando el reloj daba las diez.

Del criado no se supo
el coche se detuvo en seco
el miedo tuvo su cupo
en esa noche sin ecos
descendió Catina y sonrío
el linaje se nota al instante
y por todo lo que vio
algo había de galante
y de su corazón se fió.

Su fantasía era tanta
que el portón la enamoró
lo que a muchos nos espanta
a la bella chica enloqueció
los goznes chirriaron agudo
y la puerta se entornó
sintió en su pecho un nudo
pero la chica ingresó.

El lujo era decimonónico
ý el polvo lo revestía
algún perro ladró afónico
en esa noche sombría
de candelabros de oro
una luz apenas destellaba
alumbrando dicho aforo
la noche no se resignaba.

De la penumbra surgió
un elegante señor
a la chica le sonrío
cual si fuera un ruiseñor
el corazón de Catina
avivó matices de fuego
la noche es la Celestina
en esta cita de ciegos.

El señor está a dos pasos
de la muchacha contrita
sus dedos dibujan un trazo
y el corazón se le agita
Catita esboza una sonrisa
y su busto brilla oferente
no vale que tengamos prisa
en esta noche tan ardiente.

Y el hombre busca su cuello
territorio de nieve y miel
a Catina se le erizan los vellos
de su tersísima piel
la lujuria ya da paso
a un loco frenesí de besos
la noche no tiene ocaso
frente a dos amantes obsesos.

Antes que sean las doce
parecen amantes eternos
efebo y ninfa en vil goce
en paraísos sin infierno
pero todo tiene un objetivo
y Catina ya lo recuerda
esto ya es definitivo
su espíritu lo concuerda.

Y antes que el sol relumbre
acaricia el rostro del bello
y como ya es su costumbre
hende incisivos en su cuello
este no es cuento de vampiros
ni cosa que se parezca
Catina que lee papiros
dibujó a otro en una muesca.

El efebo es un muerto en vida
y Catina explora el territorio
ya no habrá ninguna salida
ni siquiera un humano velorio
ella es reina del castillo
a besos envenenados
mejor cerrar el pestillo
y acudir a nuestros hados.


Y este cuento ha terminado
sin moraleja ninguna
quien se haya deleitado
es porque nació con la luna
y si por fortuna se topa
con la peligrosa Catina
beba gustoso una copa
y arranque de esa ladina.