enero de 2017
El Día que el Subte
se quedó sin frenos
Arrancó desde la Estación Alem y fue por un error, un grosero estornudo en que, involuntariamente se inclinó hacia adelante, ese joven motorman, empujando, sin querer, la manija del controller. El universo todo se confabulaba. La formación de seis coches había salido el día anterior del Taller Rancagua y tenía los motores reparados a nuevo. Los trabajadores del taller y su maldita costumbre proveniente de la vía 13 de bobinar siempre unas vueltas de más en los motores, hacían que tuvieran más potencia que los motores 0 Km. El controller se trabó, no hubo fuerza humana capaz de hacerlo retroceder.
La formación se empezó a embalar. No paró en las estaciones. El cambio había quedado bloqueado de la noche anterior, que habían bajado una locomotora diesel por la rampa. Era este el primer servicio de la mañana. 5:35 hs. salió de Alem. La suerte estaba echada. Nadie notó el error de esa cuña bloqueando el cambio. La cuña era un viejo pedazo de quebracho, aislante. El sistema eléctrico de señales no notó el error. La rampa, en subida, pareció enfurecer a la formación que venía patinando en las viejas vías de Lacroze, algunos rieles, todavía originales, montados en el año ´30. Al levantar la trompa tomó más velocidad. Solo agachó la nariz al cruzar, como un rayo, los Talleres de Lynch. Allí el motorman creyó que descarrilaría pero en su desesperación, las ruedas, se aferraban a los rieles con tenacidad.
Se acabó el tercer riel. Se terminó la alimentación eléctrica. Debía detenerse. Humo al final de la formación. ¿Un incendio?: No. Algo inverosímil sucedía. Una vieja locomotora GT22 diesel los empujaba. Eran siete ahora los jinetes.
El motorman no lo sabía. La cabina de la GT22 estaba vacía. Nunca se supo cómo llegó hasta allí. Los peritos no encontraron rastros, ni huellas dactilares. El controller se había soldado misteriosamente en el Punto 7: Máxima Potencia. Los dos parabrisas de la locomotora estaban tapados con sendos afiches gremiales, el uno, reclamando por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, el otro, puteando a los gremialistas que propiciaban las malditas TERCERIZACIONES.
Como no podía ser de otra manera, el tanque estaba lleno, de gas oil nacional. Chorreaba de la tapa mal ajustada, en cada barquinazo.
Subió a toda velocidad el Puente Zárate Brazo Largo, y se embaló más y más en la bajada. Cruzó la Provincia de Entre Ríos, ya de día, media mañana, 135 Km/h marcaba el velocímetro ante los desorbitados ojos del motorman, un joven apellidado Aspin. Sabía que estaba viviendo una epopeya, el histórico día en que el subte salió a la superficie, se apoderó de los rieles del FFCC, cruzó el pobre conurbano, unió a la provincia con su vecina.
Corrientes pasó en un suspiro. El calor de los rieles ante el paso de los desbocados coches Siemens - Schukert, evaporaba las aguas de los esteros. Misiones, 14:35 hs. El Ferry no estaba en la punta de rieles, flotaba, semi hundido, entre los juncos de la elevada orilla. Yaciretá tuvo la culpa. Los rieles seguían bajo el agua, hasta la vieja orilla del Río Paraná, en el fondo de la barranca.
La diesel descarriló. Cayó sobre su flanco izquierdo frente a la vieja Estación Posadas. Los diarios lo registraron con fotos en las portadas. Fue lo único que quedó. Los seis coches alemanes perforaron las aguas y desaparecieron para siempre. Prefectura rastrilló durante meses. Bucearon a ciegas casi un año, entre las amarronadas aguas, sin hallar nada. Los robadores nunca engancharon nada. La GT22 tenía las ruedas desgastadas, de tanto patinar, y patinar, empujando más y más. El descarrilo la detuvo. Nunca se incendiaron sus motores eléctricos General Electric. Habían sido bobinados en la Planta de la Siam, única con licencia de USA en la Argentina. La prensa siguió dedicando notas durante años a la fatídica locomotora. Las pericias confirmaron las sospechas tan temidas: era la A907, la misma que deambulara por los túneles de la Línea B la noche anterior. Por las múltiples irregularidades administrativas de la concesionaria no quedó registrado en los libros el nombre del maquinista. Sí quedaron en los registros biométricos los datos de los dos inspectores de Subterráneos que, como todas las noches, figuraban en los registros, pero dormían en sus casas.
Años después se construyó en Posadas el puente que cruzaba el Río Paraná. Menos mal. Si hubiera cruzado el puente el convoy fantasma, nos hubiera unido con Paraguay y quien sabe con qué más. La trocha en Brasil es diferente.
Rodolfo Puyol
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