Lunes 8 de diciembre de 2014
Teatro Terror
Siempre sentí aversión por actuar, por el teatro. Está bien para otros pero no para mí. Siempre temí perder mi personalidad a mano de los personajes interpretados. Aunque hay un temor más profundo: el de ser abordado por uno solo de los personajes y no poder retomar el control de mi ser. Hasta la eternidad el personaje se adueña del cuerpo y mantiene cautivo en un rincón del interior al verdadero espíritu de la persona.
El espíritu debería hacer un acto fantástico para retomar el control aunque sea por unas horas y poder buscar al guionista para asesinarlo.
El crimen es solo el comienzo.
Urge destruir el original del guión y luego, una por una, cada copia. Solo eso garantizará poder retener el control pero, ¿Quién sabe si el personaje permitirá esto? Los dos habitan el mismo cerebro. Las cosas se saben, los pensamientos se comparten. Tiene que ser muy fina la inteligencia del hemisferio emocional, el intuitivo para tender una trampa. No debiera haber desazón, ni angustia. En realidad se cuenta con ventaja, con una enorme superioridad, una supremacía aplastante, casi una certificación de la victoria porque cada parte está presa en su hemisferio y no puede comprender lo que sucede en el otro ni aunque lo vea, ni aunque lo escuche. Es que el otro hemisferio, el racional, es inferior, es casi un idiota útil, una herramienta al servicio de valores superiores.
El espíritu puede elevarse y pensar, crear, desde fuera del cuerpo, puede verlo caminar desde afuera, escondido tras un árbol pero, hay más: es que, en realidad es dueño y señor del campo de los sueños, allí puede pergeñar tranquilo sus estrategias golpistas. La trampa es fácil, solo es cuestión de preparar un laberinto y la lógica no podrá salir de sus reglas y principios y, mientras tanto, el soñador podrá gozar de Groucho y su genial frase: “Estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros”. La intuición puede atravesar las paredes, jugar con los fantasmas, pedir consejo a los antepasados y a los seres que están por venir. Todo es válido siempre y cuando no pise el terreno prohibido, el de la ciencia, el de los experimentos de laboratorio, allí sí, sería atrapado.
No todo es gloria, la intuición es incorpórea y no puede levantar herramientas o abrir puertas. Puede trasvasar paredes o simplemente ver tras ellas pero… ¿Cómo hacer para escapar del personaje que hoy ya se ha adueñado del cuerpo? ¿Cómo sucedió? ¿Si nunca cedí a la tentación de actuar una obra de teatro? ¿Cómo fue que el personaje terminó adueñándose de mí? Pese a no haber cruzado el límite, pese a mi superioridad, soy presa del personaje.
Debo salir, la inmortalidad no garantiza que, algún día, encuentre la libertad.
Todo, por haber aceptado pagar la entrada. Teatro vocacional dijo Mónica pero, bastó que apagaran la luz, para que quedara atrapado.
Mi fin ya llegó.
Solo queda la esperanza de poder escapar, también yo, en el cuerpo de algún espectador.
Alguno joven estaría bien.
Algún día volverá Nahuel.
m.f.l.
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