En mi estómago vive un gusano, no se desde cuando pero se que vive ahí;
al principio era muy pequeño y casi no lo notaba, pero con el tiempo ha crecido tanto que a veces pienso que es más grande que yo.
En mi estómago vive un gusano, que me susurra cosas malas y nunca me deja en paz. Me despierta por las noches y me habla de cosas que había olvidado o que nunca pasaron; entonces le digo: “¡Déjame en paz gusano! ¿No ves que quiero dormir?” Pero el empieza a moverse tanto que me lastima, y yo luego lo dejo seguir.
En mi estómago vive un gusano, que es demasiado malvado para mí.
A veces trato de enfrentarlo y le digo: “¡Demonio! ¿Por qué no me dejas ser feliz? ¿Qué importa lo que pasó ayer? ¿Qué importa si ellos no vieron lo que yo vi?” Pero el también se molesta y se retuerce tan fuerte que ya no puedo respirar por el dolor; entonces yo, para que se calme, me callo y lo dejo así.
En mi estómago vive un gusano; y cada vez que me río o que paso un buen rato se enrolla sobre si mismo y comienza a gemir para que lo escuche, entonces yo dejo de hacerlo y el se calma.
Algunas mañanas se despierta temprano y me agarra tan fuerte que no me puedo levantar de la cama, o cuando regreso a casa me espera despierto para acostarse conmigo.
Pero a pesar de todo yo lo entiendo, el no quiere estar solo y yo tampoco. A veces, cuando me llama en las noches, quisiera dejarlo salir un rato pero me da miedo que no regrese, entonces me pongo tan triste que me dan ganas de llorar, y comienzo a tragar muy fuerte para que se calme... luego lo abrazo y le canto para que se duerma, aunque yo siempre me duermo primero.
Y es que en el fondo él no es más que un pequeño gusano que vive en mi estómago. Yo ya no se si yo lo creé a él, o él a mí; pero eso ya no importa, porque ninguno de los dos puede existir sin el otro... y así vivimos nuestras vidas; en nuestro cariño secreto, en nuestro inseparable vínculo. Sólo los dos, somos.
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