“Querida señorita:
Acabo de ver la carta que escribió usted al señor Doel el pasado 30 de septiembre, y con gran pesar tengo que comunicarle que el señor Doel falleció el domingo 22 de diciembre; su funeral se celebró la semana pasada, el miércoles 1.° de enero.
Fue ingresado de urgencia en el hospital el día 15 de diciembre e intervenido de inmediato de una perforación de apéndice; por desgracia se le declaró una peritonitis y murió siete días más tarde”.
Así comienza la carta que le escribe Joan Todd (secretaria), de “Marks & Co., libreros”, a la escritora Helene Hanff el 8 de enero de 1969, para decirle que Frank Doel, empleado de esta librería londinense y con quien por veinte años mantuvo correspondencia sobre la compra de libros y también de amistad, ha muerto. “84, Charing Cross Road” es una pequeña joya, libro de apenas poco más de ciento veinte páginas, que nos introduce en ese afán que tenemos muchos lectores de obtener buenos libros a precios “razonables”.
Pero la cita no la menciono aquí para resaltar las indudables cualidades del libro de Helene Hanff, ni lo sencillo y agradable que me resultó su lectura. Lo que sucede es que una mañana de principios de mayo de 1976 y estando en el Tecnológico donde cursaba la carrera de Técnico en Mantenimiento Industrial, me dio un dolor terrible a la altura del estómago y que se fue corriendo hacia el lado derecho del abdomen. Me sentí mal de inmediato; supuse que era un dolor pasajero y traté de no darle la mayor importancia, pero finalmente me obligó a ir a casa y sentarme en el sanitario por más de media hora. Ni tés ni analgésicos lograron calmar el malestar; así que mi madre terminó por llevarme con el médico para valorar mi padecimiento. Me determinaron que era el apéndice y para evitar una peritonitis me intervinieron de inmediato. De tal experiencia me quedó una cicatriz enorme en el vientre, pero salvé la vida. Mi padre tuvo la necesidad de invertir todas sus utilidades en el costo de la operación. Estuve en riesgo de morir, pero nunca comprendí la magnitud de tal situación sino hasta ahora, cuando han pasado más de cuarenta años de todo aquello. La inconsciencia de ser joven.
Con la lectura del libro de la Hanff, revaloré un tanto el rumbo de mis lecturas. Advertí mi preferencia por las novelas, cuentos y relatos de ficción, sobre aquellos libros o textos que tienen una presencia más relevante en el mundo real o que incluyen ensayos de todo tipo, filosofía, recetas de cocina, etc. Y es que el libro de Helene Hanff son precisamente las cartas que mantuvo con Frank Doel en esta aventura ultramarina; en donde se habla además sobre libros, muchos libros. Por ello mis intenciones de lectura se inclinaron hacia “El Decamerón”, de Giovanni Bocaccio, edición en dos tomos adquirida hace ya muchos años a un compañero de trabajo y guardada en los anaqueles de casa, igual cantidad de tiempo. El libro recrea la época de de la peste en Europa, cerca del año 1350 y lo que hace un grupo de siete mujeres y tres hombres, para salvaguardarse un tanto de ella. Intercalado con “Gazapo”, la primera novela de Gustavo Sainz, publicada en1965, la combinación resulta de lo más extraña, pues es aquí donde este entonces joven escritor mexicano, con una novela de estructura compleja y difícil, inaugura lo que se llamará más tarde, la literatura de “la Onda”, donde se incluirán infinidad de escritores mexicanos entre los que destacan: José Agustín (De Perfil, Ciudades desiertas) y Parménides García Saldaña (El rey criollo, Pasto verde), entre otros.
Los tres primeros cuentos del Deacamerón irradian una frescura y gracia imborrables, y las primeras páginas de Gazapo, nos muestran a Menelao, un adolescente inseguro y resentido que tiene miedo de vivir y no sabe con certeza hacia dónde va su vida ni la relación afectiva que tiene con Gisela, una muchacha bonita, delgada, de piernas largas, de quien se dice enamorado.
Me deseo una feliz lectura en el intercalamiento de estos dos textos. Espero que la experiencia final sea tan satisfactoria como la presiento.
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