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La notaba distinta; su mirada no era la misma. Su cabello castaño exhibía algunas hebras grises que le daban un toque ceniciento.

Discutían a menudo por nimiedades y ya no disfrutaban como antes de la lectura compartida o los paseos al atardecer.

Aquella mañana, mientras desayunaban, Pablo se sorprendió cuando ella dijo:
-Tal vez sería mejor separarnos...
-¿Es lo que te gustaría?- preguntó él con tristeza.
Se preparó para los reproches, pero la mujer no dijo nada. Tal vez no había logrado estar a la altura de sus expectativas, tal vez el amor no era eterno.

Ella se levantó de la silla, y con gesto resignado apartó un mechón de pelo que caía sobre sus ojos. Esos ojos color miel que últimamente lucían más oscuros.
Retiró la vajilla y, mientras lo hacía, Pablo observó la taza que llevaba entre las manos. ¿Cuántas veces habría posado sus labios sobre esa taza?
Observó la boca de su mujer; un rictus extraño le daba una apariencia desconocida.
Recordó momentos compartidos: el nacimiento de los niños, las primeras vacaciones...
Miró por la ventana: en el jardín se erguía aquel árbol que habían plantado juntos.
Se acordó de la última navidad. Ana amamantando al pequeño Juan, Laurita, la mayor, sentada a su lado, y Tomás jugando con su osito de felpa. Comprendió que no podrían mantener la promesa de aquella noche: permanecer unidos para siempre.

El silencio reinante indicaba que había llegado el final. Ella no solía quedarse callada; le gustaba resolver los conflictos.
Esta vez era diferente, desde hacía mucho tiempo todo era diferente.
Contempló sus manos; notó las uñas pintadas de rojo. Pero Ana odiaba el color rojo.
Tampoco el vestido floreado que llevaba parecía suyo.

Le dolía la cabeza; no quería pensar.
-¿Ana?-le dijo- Me gustaría conversar.
Ella lo miró con lágrimas en los ojos.
Se retiró al dormitorio, y al rato salió con una maleta. Ni siquiera se despidió.
Al irse solo dijo: -Lo siento; no soy Ana.

Por la tarde recibió la visita de Juan.
-Papá ¿dónde está Marta?-preguntó.
-No lo sé- le dijo a su hijo de treinta años cuando se sentó junto a él.
Una foto de Ana ocupaba el lugar de siempre. Pablo la miró tristemente y luego preguntó: -¿Quién es Marta?

Texto agregado el 14-01-2017, y leído por 254 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
16-01-2017 Le queda a uno revolviéndose una duda grande que poco a poco aterriza como un ave agorera. Es lamentable, pero sólo algunos son capaces de afrontar la realidad. Otros, la esquivan cual si fuese el mismo demonio. Estrellas con nombres y apellidos para ti. guidos
15-01-2017 Me gustó el manejo de la historia, muy bien narrada. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
15-01-2017 Excelente texto que referencia a una realidad presente sin nombrarla. Mis felicitaciones seroma2
14-01-2017 Muy bien narrado. Felicitaciones ***** grilo
14-01-2017 Ese tema es francamente desesperante. Muy bueno tu escrito, Glori. Un beso dulce. MujerDiosa
14-01-2017 ¿Llegó aquel alemán indeseado?.Una historia bien narrada.UN ABRAZO. gafer
14-01-2017 Hermoso y triste relato. Muy bien desarrollado. Saludos, Glori. maparo55
14-01-2017 Un relato excelente. Una mirada comprensiva observa desde el papel de lector, y conmueve lo que sucede. Me ha llegado al alma. MarceloEduardoArrizabalaga
 
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