Dime que ven tus ojos ciegos,
dime que escuchan tus oídos
sordos, dime que dicen tus labios
mudos y que palpan tus manos
entumecidas.
Dime que siente tu corazón
marchito y que habita en tu
alma grisácea. Abre tu espíritu,
no temas, tus pecados han sido
perdonados. Ya no habrá más
dolor ni padecimiento. Estarás en
paz, tranquila y plena.
Algún día nos volveremos a encontrar,
limaremos asperezas y abrazados cruzaremos
el umbral.
Texto agregado el 12-01-2017, y leído por 212
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