Acaso nunca retuviste la experiencia
para la que sobrarías.

Adiestrado en la materia de la frustración
y en las intuiciones comunes que se reparten de noche,
asumiste el don de cualquier desdoblamiento:

te fueron cedidas las condensaciones abiertas
de mirarte frente a un espejo,
y la de recobrarte del mismo cuerpo
entre un domingo y un lunes.

Si de la nada aluvial del pasado
desborda toda promesa,
podés acostumbrarte a la idea
de haber sido un uno y su imagen
a través del mismo salto:

ese uno se desintegra en todo,
dejando que el vaso de la memoria se hunda;

la otra cierra los ojos,
resuena en su propio cuerpo como un instrumento:

pide otra imagen,
como si la imagen de la noche se sostuviera incompleta.

La otra recuerda cómo volver
con un temblor de pájaro incinerado en la boca,

los ojos llenos de la ceniza de la que surgen
después de haberse desvanecido…


Acaso nunca retuviste la experiencia:

una nostalgia de otros te improvisa un pasado,
de la nada creás,
de la nada te crean.