El hijo del pescador.
En una ciudad costera, en un pueblito de pescadores, en un país muy lejano, en las noches de luna llena, se las puede ver, es un secreto que pasa de generación en generación, sin que nadie lo diga aunque todos lo conozcan.
Durante siglos se las ha visto pero nadie se atreve a comentarlo, danzan en el agua, tanto en invierno como en verano una vez al mes, ellas salen a la vista de los pescadores, los saludan con sus manos y les sonríen.
Son las más bellas sirenas que usted pueda imaginar, de cabello largo y sedoso y ojos color del mar, medio cuerpo de mujer y cola de pez.
Se dice que una vez al año hacen un conjuro mágico para poder procrearse con los pescadores.
Se convierten en mujeres hermosas y no hay pescador que se les resista, es una noche de placer inigualable pero que no vuelve a repetirse para el desgraciado pescador.
Luego de esa noche las sirenas desaparecen como por arte de magia y el pobre pescador ni se enteró de lo que vivió esa noche, todo es borrado de su mente sólo les queda un sabor salado y amargo que no pueden explicar.
Se dice que las sirenas son las brujas del mar, ellas embrujan a los hombres con el sólo fin de tener hijas con ellos, que serán sirenas como ellas y que el hombre jamás se enterará que las tienen.
Luego de esa noche, las sirenas se van a otros mares para, luego de cierto tiempo tener a sus hijas y digo hijas porque ellas sólo pueden tener hijas mujeres jamás se vio a un hombre pez que sería el masculino de sirena.
Cierta noche, una hermosa sirena hizo el conjuro sabido pero olvidó pedir volver a ser sirena, eso la convirtió en la primer sirena que luego de su transformación y de haber quedado embarazada de un humano, no pudo regresar al mar.
Esa sirena era la excepción, por su bondad, ella se enamoró del pescador y él, al día siguiente pudo recordar a la bella sirena y todo lo ocurrido en el barco enamorándose perdidamente de ella.
La bella sirena le contó que al hacer el conjuro, no olvidó el pedir volver a ser sirena, sino que lo hizo con el propósito de quedarse con él, en forma de mujer, no quería regresar con sus hermanas las sirenas, ellas eran malas no las quería y ser mujer era lo que siempre había anhelado.
El pescador, muy enamorado le dijo que él cuidaría de ella, se casaría con ella y tendrían hijos aunque ella no estaba segura de poder darle hijos varones.
Nueve meses pasaron hasta que la hermosa sirena ahora convertida en mujer, dio a luz a un niño.
Tan asombrada estaba de que su hijo fuera varón que lo examinó centímetro a centímetro para ver si había algo que le indicara que el niño no era normal.
Pero no fue así, era el bebé más hermoso que alguien haya visto jamás pero las cosas no fueron lo bien que ellos imaginaron, la bella mujer comenzó a convertirse en sirena otra vez, una enorme cola de pez suplantó a sus dos piernas por completo hasta que el angustiado pescador no tuvo más remedio que llevarla de vuelta al mar.
Las demás sirenas la esperaban y supo que era su fin, sus hermanas jamás le perdonarían lo que había hecho, haberlas abandonado por un humano y entre todas, la mataron.
Fue así que el pescador y su hijo quedaron solos, el con la tristeza de haber visto morir a su amada y no poder hacer nada y el niño sin su madre.
Pasaron los años y el niño creció, era un jovencito de ojos color del mar y cabello negro como el de su padre.
Cierta noche, cuando el muchacho estaba pescando junto a su padre, las sirenas volvieron a aparecer pero esta vez el padre que había aprendido los conjuros gracias a la madre del niño que le había enseñado todo lo referente a ellos por si algún día las sirenas volvían, defendió al muchacho y éste pudo salvarse de las malvadas sirenas sin saber que su propia madre había sido una de ellas.
Cuentan los lugareños que desde esa noche, las sirenas no han vuelto, que la vida luego de siglos había vuelto a la normalidad y que con esto quedaba demostrado que siempre hay una excepción, todos tenemos un lado bueno y uno malo, el saber o querer elegir lo mejor está en nosotros.
Omenia.
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