Un grito que estremece
Las burocracias conciliadoras que no sólo no representan a los Trabajadores, sino que también los entregan como carne de cañón a las patronales impunes y que junto a estas –las patronales- tienen el cobarde apaño del poder, son un cáncer enquistado en la política desde hace más tiempo del que es tolerable. La entrega de compañeros, el desguace del Campo Popular y la Clase Trabajadora, son el precio que debemos pagar por los negociados de los falsos dirigentes que se encarnan en las estructuras que son de los trabajadores, y que, debieran estar puestas en función de la defensa de los derechos de los trabajadores y sus familias y no de la dirigencia rancia, los empresarios, los patrones, los funcionarios y los intereses de los que están allá, del otro lado del cerco.
Cambian los nombres de la servidumbre, cambian algunos métodos, pero la finalidad es siempre la misma: enriquecerse a cualquier costo, sin importar quien caiga o que haya que hacer para lograrlo. Es así que se mezclan y se rejuntan las políticas punteriles, los dirigentes sindicales y sus patotas, los funcionarios al frente de un Estado que apenas cumple con sus obligaciones por saciar la avaricia de quienes están al frente del mismo y los oportunistas que revolotean alrededor. Todo esto termina dando como resultado empresas fantasmas integradas por el Estado –en primera medida y como socio capital-, sindicalistas, y empresarios. Lo que todos estos personajes tienen en común es que no les importa saquear el futuro del Pueblo, flexibilizar derechos, matar, extorsionar. En pocas palabras: ser el lobo del hombre.
"A pesar de los muchos conversos, los muchos que se han cambiado la ropa, los muchos que se han lavado la cabeza... nosotros seguimos creyendo que hay un país para cambiar, una sociedad nueva construir y un camino para alumbrar". Germán Abdala.
Pero lo que estos codiciosos no ven es que enfrente tienen luchadores, tienen un Pueblo Trabajador, de conciencias claras, espíritus fuertes, puños apretados y manos seguras que no estamos dispuestos a permitir que el saqueo y el enriquecimiento siga su curso. Tenemos muertos que llorar, flores que regar, banderas que empuñar, pero lo que no vamos a tener nunca es la resignación de permitir que ‘mucho siga en manos de pocos’.
Mientras marchamos levantamos como bandera los nombres de los que no están, como Felipe Vallese, como Mariano Ferreyra, como otros. Que son hijos del Pueblo y que hoy nos guían. Teniendo la plena conciencia de que es sangre que el Pueblo derramó y que no se negocia. Que mientras la corrupción, los negociados, los monopolios continúen, los enemigos del Pueblo van a escuchar “Un grito que estremece”.
“Sí, estoy convencido que un día el pueblo va a triunfar, estoy convencido de que nací para ser un militante de ese pueblo, y estoy convencido de que, en términos históricos, ese día llevaremos las banderas que hoy llevamos…porque el final del camino es nuestro”. Germán Abdala.
Escribo desde mi condición de peronista, de trabajador, desde mi formación que reconoce el derrotero de las luchas históricas de un Pueblo y una Clase Trabajadora y que –a su vez- repudia al enemigo, el del poder económico, al fabricante de pobres, al hacedor de miserias, al corrupto.
Condición que no cambia, no se negocia, no se olvida y no se calla. Porque el camino es largo y la lucha continúa.
Jeremías Tejada. |