Quisiera dar las gracias a Judith Cecilia por su constante colaboración en la creación de este relato.
Buscando alejar la angustia que ensombrece nuestras almas durante estos días, decidimos salir a pasear en busca del renovador respiro que necesitamos para alejar un poco el dolor que significa la pérdida un ser amado.
Nuestros extraviados pasos nos llevan al turístico pueblito de artesanos.
Fue en Noviembre de mil novecientos setenta y nueve cuando una replica del pueblo de Parinacota fue construido dentro de los limites de la ciudad. Dicha construcción tiene la finalidad de concretar y dar realce a la actividad artesanal dentro del comercio establecido, creando en este poblado talleres de pintura, ofebrería, esculturas, artesanías en greda, manualidades textiles, etc.
Se buscaba que en un solo complejo el visitante turista o extranjero pudiese encontrar recuerdos de su viaje al norte de Chile, souvenires de todas las bellezas arqueológicas, la deliciosa gastronomía, y los encantos naturales de la zona.
También en la pequeña ciudadela se celebraban las grandes y populares fiestas religiosas del norte del país, pero a pesar de todas las actividades y las buenas intensiones de la comunidad artesana, el pueblo no logra el impacto cultural deseado y gran parte de los residentes lo abandonan a mediados del año dos mil.
En la actualidad solo un puñados de familias se resiste a dejar la población.
Al pasar por uno de los módulos de ventas observo diferentes piezas arqueológicas hechas en greda expuestas en una vitrina, durante mucho tiempo trabajé en el departamento fotográfico perteneciente al museo de historia en el valle de Azapa y rápidamente reconozco las replicas de los diferentes cacharros en barro exhibidas por el artesano.
Explico a mis tías (quienes me acompañan en el paseo) los distintos significados de las vasijas y sus pinturas rudimentarias pertenecientes a un periodo precolombino de alfarería Tiwanaku, cuando desde el fondo del taller escuchamos una impertinente voz que interrumpe mi monólogo.
_¡La típica pendeja estudiante de arqueología!
_ ¡Buenas tardes!_ Le contesto sarcásticamente_ ¡Y este conchasumadre! ¿Quién será?_Esto no lo digo, pero si lo pienso.
Se genera una ingrata discusión con este personaje de edad avanzada, delgado y mal genio. Vestía un delantal que en algún momento de su vida fue de color blanco, atuendo salpicado de viruta y polvo quizás por la actividad manual que realizaba cuando nos vio entrar.
Rápidamente abandonamos el pequeño local, personalmente voy emitiendo palabras incomprensible entre dientes por la desagradable experiencia con el artesano cascarrabias.
Al llegar a la replica de la cúpula de la iglesia de Parinacota observo el abandonado estado que se encuentra y las pocas intenciones en mantenerla en óptimas condiciones.
_¡Estos artesanos con unos flojos de mierda!_ Digo abiertamente.
_¡Por fin estamos de acuerdo en algo!_ Alguién comenta a mis espaldas. Al girar sobre mis pasos me doy cuenta que el viejo artesano del delantal blanco se encontraba tras nuestros pasos.
Con una grata sonrisa se ofrece a mostrarnos el pequeño poblado. Esta vez dejando atrás la antipatía y cambiando absolutamente de actitud nos habla del ocaso que sufre la actividad, de como la tecnología y el poco interés en invertir hace que este sueño que comenzara hace casi treinta años se esta desvaneciendo.
_¡Cabra chica! Cuando quieras ven de visita y discutiremos tus críticas desde otra perspectiva_Dice sonríendo y mirándome a los ojos cuando nos despedimos.
Lo vemos alejarse con un caminar cansado. perdiéndose entre los módulos semi vacíos carentes de vida, locales que antaño resplandecían de colores y luces. Los fantasmas del pasado recitan sus recuerdos en la fría brisa otoñal
En ese momento no podía imaginar que dichas palabras serían el inicio de un fuerte lazo de amistad y cariño que nos uniría y que mantendríamos hasta el día de hoy.
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