Lleva en su cuerpo una timidez profética
y en sus labios gusto a granadas.
Lujuria de almendras, bayas y limón le inundan
su piel de azafrán y canela.
Sus caderas conocen el lenguaje de las cañas
y se mueven en silencio
encendiendo la vida de pájaros y colores.
Retorna de viajes lejanos
con una voz de violín en emergiendo en su boca,
del rocío, suavemente, lleva la fragancia
y se pierde, errante, en el horizonte entre la niebla
y los ribetes del tiempo.
Texto agregado el 08-01-2017, y leído por 184
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