Era el hijo de la farmacéutica del pueblo de al lado y tenía la botica en el mío , por lo que todo el mundo lo conocía por " el boticario".
Alto , gordo y con un grado de idiocia considerable, permanecía soltero a los treinta y tantos.
Se contaba que engullía sin conocimiento y que se reía de las tragedias ajenas, particularmente de muertes y enfermedades.
- Se ha muerto la mujer del sacristán- comunicó en el Casino el día en que murió Leocadia, prorrumpiendo acto seguido en sonoras carcajadas.Los hombres que jugaban la partida quedaron perplejos ante la boutade del botarate.
Por cuestiones profesionales , tenía cierta relación de amistad con el médico del lugar, quien, cual en Cyrano, le escribió al boticario una carta a una agencia matrimonial. Dicen que era una carta romántica repleta de poesía ,que pintaba al mequetrefe como una perita en dulce.
Fue a picar el anzuelo una maestra solterona, cojita, que , harta de soledad, dio el paso para conocer a Jose Mari, que así se llamaba el loco.
El matrimonio no tardó en celebrarse .En poco tiempo tuvieron dos preciosas hijas.
En el anecdotario del pueblo queda la historia del día en que Jose María, frustradamente, se quiso suicidar con matarratas, obsesionado por la idea de que la manutención de su familia iba a arruirnarlo.
Pasados dos o tres años, Beatriz, que así se llamaba la mujer, solicitó el divorcio y se marchó del pueblo con sus dos hijitas.
Nunca pudo borrarse de su cabeza el abismo que mediaba entre aquella carta y la realidad. Y nunca se explicó las razones. |