ayer fue un día espectacular... uno de esos días en que todo parece genial y luminoso... buen laburo y harto billete corrieron por aquel día... el sol estaba fuerte dentro del auto relleno de mercadería perecible... el negro manejaba, hablaba de dios y su blanca mujer... mientras mi ser miraba la pila de autos que no cesaban de sonar... esto es un derrotero de sueños de metal, pensaba mientras el negro gemía por el hambre y las mas de quince horas de laburo en un día de sol y bendición... gente con los rostros brillantes de dicha y bondad compraban nuestros productos... les contaba historias bellas y llenas de razón... vendía todo... era el gran vendedor, aquel que se sube al morro de un cerro y grita que todo está con dios y con mi alma... les pedía que se amaran los unos a los otros y que no cesaran de comprar nuestros buenos y bendecidos productos... y así siguió el día... lleno de piedad... hasta llegar a la noche y sentir que todo estaba en su lugar... mi auto casi vacío y mis bolsillos rellenos del buen dinero... el rostro del negro brillando de gozo y con las manos dispuestas a celebrar un buen día de bendición... un adelanto, pidió el negro... sonreí y sin pensar empecé a contar el dinero frente a sus desorbitados ojos... otro día será, respondí... hay deudas que pagar... su oscuro rostro languideció y se puso seco como esas puertas sin abrir... sonreí y le di el adelanto... no le miré, tan solo le dije adios... entré al local y vi al resto de mi gente alegre y laborando... les di su sobre semanal y me fui a mi hogar... la tarde estaba bella y mis ojos agradecían por un día mas de amor y bondad, siempre con los bolsillos rellenos del vil metal...