De patria se nutre el hombre, de apellidos que le dan sangre
patria vieja, patria nueva, cuna y mimbre y una bandera,
nuestra boca retuvo sones que llegaron de otros mares
para suerte o infortunio, modulamos nuestra historia,
en un idioma que surge como afluente de antiguas almas.
Gallardas banderas flamean al ritmo de una patria y una gesta
mano al pecho, himno y estrofa, sones de gloria y una consigna
hermanados casi todos por la voz radical de la inconsciencia,
separados por los hitos que subrayan cada patria y cada lema
mansiones sacramentales en la cardinalidad de sus conjuros.
Banderas que nos recuerdan historia, triunfos épicos y muertos
territorios y hombres manchados por la astucia de los poderosos
que insuflaron en nuestro pecho un latido que resuena bronco
nos engaña el patriotismo que siempre escinde las derrotas
y se juega a la torpeza de una superioridad de luengas sombras.
Y se recalcan los límites de las patrias occidentales
se decretan fieramente el orgullo, las costumbres y los mitos
suena la zamba, gira la cueca, arde un joropo, ritmos bravos
que como la lengua viajaron, originarios de otras herencias
cromosomas estelares viajando en pos de otra estrella.
Patria es vida, madre, estirpe y la recopilación de un sueño,
arrobo que se quedó trunco para el ideal de Simón Bolívar
que soñaba con una América sin tantos huérfanos de madre
hermanos de lengua y de prosa que siendo bella y reverente
se diluye en tantos acentos, en giros y banderas separatistas.
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