El día que me muera quiero que todos sepan algo:
Amé,
amé como si fuera mi último día
como si se me cayera el cielo.
Besé,
besé como si de ese beso se fuera mi vida,
como si fuera la última vez que lo haría.
Lloré,
lloré como si pariera miles de críos,
lloré haciendo temblar el infierno.
Maldecí,
grité,
arañe,
odié con el alma,
arrastré mis pecados,
destrocé mis esquemas,
maté a mis demonios.
Fui fuego.
Recuérdenme:
fui fuego,
un sol,
una estrella.
Arrasé con todo,
sentí con el alma,
con la vida,
con toda mi existencia.
Hice de cada momento especial,
de cada mirada una obra de arte,
de cada palabra,
una obra maestra,
en algunas fui Mozart, en otras
Paganini, en otras
música cristina y metal satánico.
Recuérdenme
como soy,
no en un altar
no como lo que desearían.
Soy como soy,
recuerden cada grito impulsivo,
cada llanto desequilibrado,
cada risa incontrolable,
cada secreto que no guardé,
cada promesa que rompí,
cada maldad,
cada buena acción,
cada sonrisa,
cada abrazo,
cada palabra dulce.
Recuérdenme, sincera
loca,
arte,
música,
libro,
flor,
poema.
Vean un poema,
y lloren porque jamás aburriré con ellos,
pero rían, porque les dejé este.
Sonrían, porque fui feliz,
les juro que fui feliz.
Hice de mi existencia
una iluminación.
Quizás no me recuerden en un año,
pero lo que les dure el luto,
el día que me muera
sepan esto:
Viví con el alma.
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