Día 2 del año 2017, sentada en nuestro jardín.
Me levanté temprano, en pleno uso de mis facultades mentales tanto intelectuales como sensitivas. Preparé unos mates, disfruté la mañana, el frescor del pasto, observé con alegría las plantas, percibí los sonidos de la naturaleza que me rodea mezclados entre algunos ruidos de la urbe: el tráfico no muy lejos, mi lavarropas funcionando, y firmes los pájaros volando en v, mis gatos acompañando la escena matutina, mis pies sobre una silla embellecidos y limpios sin pinturas.
Prendí quizás uno de los últimos cigarrillos, una mosca revolotea y con un leve movimiento de mi mano es obligada a seguir su camino.
Pienso en lo maravilloso de estos momentos, sublimes porque es apenas mi percepción del instante que queda como profundamente infinito en mí.
Siento que los obstáculos, son apenas unos pocos, es ese cotidiano orgullo simplista el que los hace imposibles de soportar. Es que ha llegado el tiempo de ofrecer todo lo que uno recibió del mundo; lo tenebroso se fatiga y lo retorcido se desenrrolla. Creo en mi ser una vez más, no en la falange de opios construídas en la persona, sino en la caricia de existir en el pecho el amor a la vida. Me esparzo de felicidad en cada rincón de la casa, ¡o será de mi cuerpo material?
Me propuse y lo he realizado, tomar un exprimido de limón con algo de agua tibia y miel
Mi padre solía hacerlo cada mañana cuando escuchaba radio. Ÿo lo hice hoy, en un intento más por desintoxicarme .
De qué necesitábamos lo dos desentoxicarnos?
Del malhumor de una mañana frustante que pasó hace días
De los miedos y frustraciones de querer ser lo que uno no es.
Pero quién es uno? ¿Una mujer, una adulta, una militante, una activista por las causas justas, una hija, una madre, una esposa, una docente, una amante inconclusa, una suerte de individuo que fluctua detrás de tantos roles?
¿ Yo soy también mis acciones, mis pensamientos proyectados en acciones, mis emociones expresadas en la palabra, mis sentimientos escondidos en mi subconsciente, una inhóspita horda de recuerdos y sus reflejos compulsivos esconciidas en mi insconciente?
¿Una sutil perspicacia de lo colectivo que construye una influencia invisible tanto como visible?
Yo soy yo, aunque aún los demás vean lo que soy, no podrán sentir ni juzgar ni siquiera comprender qué tanto aprendí y desaprendí en el camino recorrido, sólo yo sé de mí.
El otro, los otros no pueden crear tanta confusión en crearme; ni tan buena ni tan mala; ni tan vulgar ni tan especial.
Hay algún testigo de quien soy además de mi biografía y mis vivencias?
Vivo, existo y pienso, en ese orden. Agregaría siento, vivo, existo, y entonces pienso.
O tal vez, no haya un orden sino simplemente una serie de desórdenes…
Desórdenes mentales diría un diagnóstico, quizás porque acaso hubo demasiadas órdenes, demasiados supuestos desórdenes, me atrevería decir que necesitamos nuestra propia organización mental, ya que todo ello nos llevo al orden de “otros” llámese madre, padre, abuelo, escuela, maestros, sistema, familia, roles.
Soy alocadamente yo, pero esta vez tengo mi propio orden y desorden, lo importante es que esta vez lo puedo fundar: con ustedes, yo y mi mundo, mi mundo y yo.
|