La mañana se presentaba diferente a otras, aunque en esencia mantenía la frescura de la estación invernal.
Cuando Eduardo salía a la tienda que estaba frente de su casa, no pudo evitar verla. Ahí estaba frágil, deslumbrante, con toda la mañana en sus ojos.
Los pasos de Eduardo desviaron la ruta inicial, ahora iba detrás de ella, esa mujer que parecía una aparición extraordinaria. La miró caminar, lo hacia, y la cuadra parecía alegrarse a su paso. Llegó hasta una casa, abrió una puerta, regresó a mirar a Eduardo, disparó una mirada que desde ese momento tuvo lugar eterno en el tiempo.
De regreso, Eduardo olvidó para que iba a la tienda.