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En el medio de un mar habitaba un hombre llamado Silencio, el Tiempo era su amigo y el sol su camino, sus pensamientos eran agua y sus sentimientos viento, tan calmados o turbulentos, Silencio necesitaba mantener sus pies en movimiento para no ahogarse en sus propios pensamientos, los movía, pateaba, a veces usaba las manos, pero nunca se quedaba quieto.

Silencio, no era silencioso, era ruidoso, su boca permanecía cerrada, pero su corazón solo provocaba más viento y su cerebro más agua, su amigo Tiempo no paraba de contar, entre más rápido lo hacía, Silencio se hundía, el agua y el viento eran uno solo, y eran turbulentos; cada vez que esto ocurría tres peces venían, eran amigos, pero luego se iban, se iban a su propia manada, ayudaban a Silencio y se marchaban.

Nuevamente quedaba como naufrago de sus propios sentimientos y pensamientos, sus ojos solo observaban el firmamento, tratando de alcanzar con la mirada cada estrella que allí brillaba, algunas bajaban por si solas y él las atrapaba, otras solo se acercaban y luego se alejaban, o simplemente se quedaban estáticas.

Tiempo era buen consejero y ayudaba a Silencio, lo esperaba o lo apuraba si era necesario, pero Tiempo nunca se apartaba, ahí estaba moviéndose junto a Silencio, sin embargo, solo podía ayudar a Silencio con sus palabras, pero si comenzaba a hundirse no podía ayudarlo porque Tiempo solo era presencia y no era cuerpo.

Un día Silencio, al ver a los peces en sus manadas, pensaba y pensaba, que había alguien más a su lado, pero nunca se había dado cuenta, era Soledad, pero ella ni se inmutaba, solo estaba ahí junto a Tiempo y Silencio, fría y perpetua; cuando soledad abrazó a Silencio, él se asustó, sintió el peso de ella como un ancla y cayó en el fondo, muy oscuro y turbulento, el agua que salía de su cerebro era oscura y el viento de su corazón salía a presión.

Silencio aun podía respirar, mientras sentía que Tiempo arriba, en la superficie, no paraba de contar, comenzó a saltar, a caminar en el fondo, soledad seguía aferrada y le sonría maliciosamente, pero por más que saltaba, caminaba, corría; ella no lo dejaba.

Entonces Silencio se sentó, cerró los ojos, imagino los peces llegando a él, respiró del propio viento y tomó de su propia agua, Soledad se sentó a un lado, lo miró y con sus manos tocó el corazón de Silencio, le hizo ver que en él permanecían buenos recuerdos de cuando Silencio, era Inocencia y Adolescencia, pero ya era Tiempo de que Silencio dejara de serlo, para ser Presencia, ya era necesario, al entenderlo, el mismo sol bajó hasta el fondo, iluminó el mar y tranquilizó el viento.

Presencia subió con el Sol al firmamento y desde allí era nube, era estrella, era viento, era agua y sobre todo era luz, porque la luz es presencia, los peces también subieron y comenzaron a iluminarse entre ellos. Y el Tiempo seguía contando, tic tac, tic tac.

Texto agregado el 31-12-2016, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


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