Había sido un día agotador.
Y todavía faltaba lo peor: la llamada.
Ya se había convertido en todo un ritual.
Helmut había llegado muy joven a estas tierras desde su lejana Alemania.
Pero sus rasgos lo delataban: obeso, pelirrojo, los tristes y cansados ojos celestes, y ese lustre rojizo que adornaba la nariz y las mejillas.
Casi sin fuerzas, se desplomó en la cama de aquel modesto motel.
Ya no estaba para estos trotes, pero la necesidad lo obligaba a seguir.
Más de una vez en la empresa (Promed S.A. - Accesorios Médicos), le habían "sugerido" que le convenía jubilarse.
¿Cómo iba a hacer eso? ¿Con qué complacería todas las necesidades de Martha?
A veces pensaba que se lo tenía merecido: nadie lo había obligado a fijarse en aquella chiquilla caprichosa y engreída, pero ¡tan hermosa!, que lo flechó al poco tiempo de llegar.
Claro que cuarenta años después quedaba muy poco de aquella imagen, que, sin embargo, él siempre guardaba en su memoria.
Tampoco quedaba mucho de la fortuna de sus padres: la última crisis financiera se lo había llevado casi todo.
Cuando Promed S.A. le dio a elegir entre retirarse o viajar al interior como vendedor, Helmut no tuvo otra opción.
Y allí estaba, agitado aun, esperando.
Aquella maldita llamada nocturna de Martha, donde le contaba tooooooooooodo lo que había hecho en el día.
Absolutamente todo.
El gym, el té con las amigas, las compras en el shopping: lo importante.
Lo que para ella era importante.
Desde que sonó el teléfono hasta que cortó, debieron haber transcurrido no menos de veinte minutos.
Y en todo ese tiempo, Helmut apenas articuló unas 5 o 6 frases.
Un par de ellas monosilábicas, y otro par que quedaron truncas ante esa avasallante e intrascendente cháchara que lo abrumaba desde su hogar.
Ahora sí, se sintió mas aliviado.
Ya había pasado.
Con un suspiro de satisfacción, se aprestó a dormir: mañana tendría otro dia agotador.
Estaba por apagar la luz de la veladora, cuando lo recordó.
Dándose una palmada en la frente mientras sonreía, se incorporó en la cama, y garabateó en un papel: "para el próximo viaje traer más cantidad de bisturíes Nº 5, son excelentes".
Luego giró y besó con ternura la cabeza ensangrentada de Jenny, la joven prostituta que lo había hecho tan feliz hacía menos de una hora...