Humilde e improvisado,
perfectamente despeinado,
camisa blanca,
pantalones negros,
pobre y desventurado
deja una estela de polvo
que se extiende por siete días,
mientras los locos
deambulan en la noche
(sin salida al mar)
buscando toboganes, juegos de azar,
música y mujerzuelas.
Pero a él, siempre impertérrito,
no le interesa lo que ahí sucede.
Pequeño, angosto y poco conocido,
parece inquieto, baja la cabeza
y se dirige al mar que no existe.
Se sitúa en el centro de una baldosa
y se mira a sí mismo como lo que es,
un misterio a la espera de ser descifrado.
Antes o después, algún día,
se peinará, abrochará su camisa blanca,
y vera con sus propios ojos
tristeza dulce del barrio, porque él, es diferente. |