Aun estoy algo ciego, confundido y desorientado; a pesar de caer pesadamente con toda mi existencia sobre el duro suelo no perdí la conciencia, creo que fue solo por caprichos de la providencia.
La botella explotó en mil pedazos cuando agresivamente hizo contacto con la parte posterior de mi cráneo, pero el golpe no fue lo suficientemente fuerte como para aturdirme. Con mi rostro salpicado de sangre y lodo lucho contra el oscuro telón que desea cerrar mis ojos por esta noche.
Desde el rincón desde donde terminé de rodar los veo danzar perezosamente la sinfonía de un tétrico ritual necrótico. Aun aturdido busco desesperadamente a tientas la pistola entre mis ropas.
_ ¡No huevón no!_ Grito cuando veo el brillante cuchillo entrar en cámara lenta por la garganta del infante, la afilada y mohosa hoja impide que el desesperado alarido de dolor escape por su tráquea.
Pienso que las únicas marcas que debería tener el cuerpo de un niño deben ser las latentes huellas de besos y abrazos; demostraciones de múltiples cariños provenientes del amor de sus padres. Ahora la inocencia de una joven vida se apaga lenta y salvajemente frente a mis ojos, Observo como cada uno de los escasos respiros se fusionan con las heladas brisas nocturnas, alientos usurpados por la ponzoñosa mente de un lunático.
Gorgotones de sangre desordenadamente salpican la muralla por donde escalaba desesperadamente tratando de huír del asesino. El niño solo alcanzó a emitir una especie de agudo silbido ante la embestida del arma blanca, seguramente era el sonido que hacía el alma despidiéndose antes de abandonar este mundo.
_ ¡Hijo de puta!_ Mi colt 48 especial escupe dos truenos cargados de plomo, estruendos que se precipitan tras la rápida fuga del maldito bastardo, no alcanzo a ver su rostro, un grasiento sombrero color negro de ala ancha lo impide, pero hay algo que me llama poderosamente la atención en su escape, no sé qué es...
El mocoso debe tener unos doce o trece años, su rostro aun mantiene las marcas del terror y el espanto pintados con sangre en su inerte rostro, es la temorosa mirada de una persona haciendo frente a su propia muerte.
Al menos evité que le quitaran alguno de sus órganos, no alcanzaron a robarle nada a pesar de tener un agujero en el costado de su malogrado cuerpo. Quizás que mierda querían sacarle por el agujero. Maldita ciudad llena de huevones enfermos
Debo ocultarme entre las sombras del mohoso pasaje cuando llega la policia, estoy jugando al rol de vengador errante lo cuál sería incómodo de explicar a las fuerzas públicas. Un ex policía expulsado de las fuerzas por problemas de alcoholismo sería la comidilla de los tabloides amarillistas.
Tras un extenso y personal trabajo de investigación (además de todas las pruebas que robé del instituto médico legal) logré dar con este sitio, el cementerio personal del bastardo, lugar en donde se dio inicio a la carnicería, y es tan solo a dos cuadras de mi departamento. Bastó una llamada anónima para traer a media estación de policías.
El hijo de puta huyó, más hay algo que llamó mi atención, no puedo enfocarme en que es, quizás algo de whisky y el humo de un cigarrillo en mi sistema ayuden frente a esta nueva interrogante.
Maldita ciudad de mierda...
Maldita ciudad sin alma...
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