Las palabras se cruzaron y ni se saludaron y no tenían por qué hacerlo, ya que solo se trataba de un puzle. Sólo un “adiós” en alemán, un “buenas tardes” en francés y otras cuitas que cupieran en sus respectivos casilleros en blanco. El que llenaba el crucigrama, colocó esperanza y luego la borroneó al darse cuenta que en la vertical, recostado se trasformaba en recoszado. No era esperanza entonces la palabra aquella, sino esperanto, idioma universal que no es tan universal si no lo sabe el que llena el acertijo. Y continuó completando casilleros y borroneando otros tantos, ya que los malaleche que confeccionan las palabras cruzadas siempre buscan en el diccionario o en internet la palabra justa que les calce en el juego. Por eso, los que hacen puzles conocen de sobra el rio Aar, que se encuentra en Suiza y saben que damajuana en estos juegos se le llama damasana para darle el paso a las palabras que se formarán en el cruce.

De pronto, el hombre se encontró con cuatro casilleros, que deberían ser llenados de acuerdo a la siguiente definición: sentimiento sublime.
Y el hombre, un tanto intrigado, se dio vuelta de su silla y le preguntó a su esposa: “Amor, ¿sabes un sinónimo de sentimiento sublime?” Y la mujer, recostada en el sofá leyendo una revista de modas, levantó sus hombros y negó con la cabeza.
Sólo me faltan cinco palabras y termino. No sabes lo apasionante que es llenar puzles. Uno aprende mucho.
La mujer, que continuaba hojeando la revista, le contestó con desgano: “Oiga amor, ¿y para que le va a servir saber el nombre invertido un municipio de Filipinas?”
“Tú no entiendes”.
¨¿Sabes? Me aburrí de hacer crucigramas, siempre me quedaban a medias y me retorcía la cabeza buscando vocablos tras vocablos que al final, y lo reitero, no sirven y no me servían para nada”.

“Llamaré a mi madre entonces. Ella es muy buena para esto de las palabras cruzadas”.
“Cruzadas y tergiversadas. Para lo último es campeona”- pensó para sí la esposa y continuó hojeando su revista.
“Mamá, tú me vas a salvar” –exclamó al teléfono el hombre.
“¿Qué pasa amor?
“Necesito saber el sinónimo de sentimiento sublime. Son cuatro casillas.
“Hum, no se me ocurre nada, pero aguarda, le preguntaré a tu padre” “Amor, llama Danielito y quiere saber un sinónimo de sentimiento sublime?
“¿Está haciendo un discurso este muchacho?”
“No, un puzle”.
“Ah”.
“Pero, ¿sabes o no sabes”.
“Ni idea, amor.
Y consultados los vecinos, el señor de la verdulería, los primos y los abuelos, todos ignoraron cual era esa misteriosa palabra que cabía en cuatro casillas y que su sinónimo era sentimiento sublime.
¿Será que aunque siempre esta palabra es pronunciada por nuestras bocas, es tan infinitamente sublime, que en medio de la cotidianidad tiende a desdibujarse y ocultarse en este caso en complicados crucigramas para ser descubierta solamente por aquellos que saben pronunciarla con el corazón?