El Ministro hoy visitó
el hogar de niños sin padres
muy limpio y lustroso estaba
todo el recinto ese día,
los niños lucían decentes
peinados y muy contentos,
cuidadoras, de igual modo
uniformes presentaban
sonreían que es un gusto
y a rosas olía todo.
Al comedor se sentaron
a disfrutar los manjares
había pavo y ensaladas,
que era una exquisitez
el Ministro tomó champaña
y brindo por los presentes,
una chica que lloró
en vilo la echaron de allí
a su cuarto compartido
por otras siete rapaces.
Las camas estaban hechas
el piso parecía espejo
si allí se miraba Narciso
ministro se hubiese creído,
los niños entonaron luego
una canción muy afinada
algo de patria decían,
de familias y de hermanos,
de solidaridad y futuro,
tan incierto para esos niños.
Estoy feliz dijo el Ministro
esto no es lo que creía
la gente dice tantas cosas
se habla por sólo hablar
les prometo un buen informe
y una lección para todos
Mientras tanto en sus agujeros,
las ratas mordisqueaban queso
y un grupo de “pelusitas”
se escapaba por los techos,
hasta la niña que lloraba
esa tarde no recibió alimento
por ser mala actriz, por traidora
por casi malograrlo todo.
El Ministro, rimbombante,
dio cuenta de su visita
habló del Olimpo, del paraíso,
de su conjuntivitis adquirida
por el brillo de esos pisos,
por esa elegancia extrema
que reinaba en dicho recinto.
Un diputado enfurecido
se dio cuenta del meollo
se había fijado en apariencias
sin percatarse del fondo,
lo mandó a muy buena parte
y arriesga hasta desafuero,
por decirle al Ministro aquel
cuantos pares son tres moscas.
Termina acá esta historia
hasta la próxima visita
de otro personaje complaciente.
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