Despierto dándome cuenta que nuevamente he dormido con la ropa y los zapatos puestos, estaba tan ebrio anoche que se me dificulta ver lo que aconteció antes de desfallecer. Desperezándome advierto que pasé la noche sobre el incómodo y sucio sofá. Odio estos días cuando la camisa se licua con mi piel generando un solo pellejo sudoroso y pegajoso.
Busco desesperado la fuente del fuerte y fétido olor que con insistencia penetra profundamente por las fosas nasales, la inesperada pestilencia desentume mi cuerpo e invoca las primeras nauseas del caluroso día. Tosiendo descontroladamente expulso algo parecido a un puñado de cenizas sanguinolientas, esa desagradable cosa con sangre seguramente proviene desde mis pulmones. La tos perdura por algunos minutos antes de poder calmarme.
De un fuerte zarpazo lanzo lejos el negro cenicero que yacía junto a la funda de mi colt 38 especial, el vientre de cristal del nicotinozo receptáculo aun contenía restos de varios humeantes cigarrillos mal apagados, colillas que desordenadamente lanzaban chispas al chocar y rodar por el mugriento piso de madera.
Con la mirada perdida casualmente encuentro el teléfono móvil que reposa entre todas las porquerías que esparcidas por doquier adornan el suelo de mi pequeño departamento; desde el aparato emana una parpadeante y tenue luz azul verdosa que indica que hay un mensaje de texto aun sin leer.
Me robas una sonrisa sin llegar a saberlo, eres tú quien a las cuatro y media de la madrugada preguntaba si aun estaba despierto. Disfruto del sabor nostálgico de las remembranzas al recordar cada uno de los cálidos besos; embriagándome con el dulce hálito de tu aliento. Rememoro el recuerdo de la sal de tu cuerpo que nos quema, incinerandonos con los colores carmesí del deseo, adoro y extraño la humedad de tu entrepierna escapando a la deriva entre gastadas sábanas.
La bestia que habita en mi regresa sedienta de tormentos, el maldito animal se aferra colérico enterrando sus carnosas fauses en la base de mi espalda. A pesar de que el dolor a veces me supera, esta mañana tus inesperadas letras trae el narcótico consuelo que mi cuerpo requería.
Enciendo un cigarrillo y bebo de la aceitosa botella con restos de whisky barato que quedara de la noche anterior, servirá para opacar el mal sabor de boca y espantar el crudo dolor de espalda.
Con dificultad camino como un despojo hacia la ventana en busca de algo de aire que no esté contaminado, sin darme cuenta aun mantengo la botella y el humeante cigarrillo en las manos, el maldito vicio forma parte de quién soy, es como si fuese una extensión de la negrura de mi espíritu.
Apoyándome en el lindel de la ventana puedo leer el encabezado del periódico que yace junto a la puerta de entrada del departamento contiguo. Apestoso tugurio tan infecto como mi habitación.
Jorge mi vecino, un fracasado escritor de insoportables historias de amor seguramente aun no se levanta. Me emputecen sus aburridos cuentos románticos entre él y una tal Judith Cecilia. Que se vayan a la mierda el par de huevones, me enferman.
Grandes letras rojas pintan el encabezado de las noticias de hoy. El papel del diario se tiñe de violencia "Matan a otro niño para robarle sus órganos" Odio este lugar, esta ciudad sumergida en escaramuzas expulsando roñosas mentiras e inmorales pecados, Es hora de que alguien comience a cobrar por el aire que malgastan estos hijos de puta...
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