Aquí veneramos tu café.
Lo hacemos de modo peculiar y sórdido, con ese silencio inocente de los jóvenes, sin retraer la mirada. Y sabes, que ninguno te lo hará saber. No se trata de eso.
Jugamos con él en nuestras bocas, como labriegos, sin ningún ejercicio que nos conduzca o preocupe.
Sin otra infamia que disuadir su terroso color sobre la lengua.
Es el modo imperfecto de pagártelo, a cambio de breves silencios... nuestro medio para confundirte sin nada a cambio.
Y detrás tú, cercenando una a una las alegóricas charlas donde el humo obnubila tus ojitos almendrados, nuestras muestras de dolor, el presente abombado, los bretes, el tiempo que no volverá...