LA DECIMA BRUJA
En aquel río por donde ha de pasar la carretera de Murillo al Bosque caminaba hacia las veredas un párroco recién ordenado, entusiasta y emprendedor. Este hombre no era de estas tierras y creía que él con su espíritu acabaría con todas las brujas que existían en El Bosque. Al sentirse cansado de esa gran caminata pidió posada en la primera casa que vio, en la cual vivía mi abuelo cuando aún era un niño. El padre comenzó a contarle la historia de su vida, poco a poco se hicieron amigos.
Amaneció y el joven continuo su camino hacia El Bosque, mi abuelo tenía el presentimiento de que no volvería a ver a su amigo. El padre sintió que se estaba acercando a su destino, porque empezó a sentir un auge oscuro en cada paso que daba. Al llegar a aquel pueblo desolado y abrumador por aquello que no se ve, pero se siente, tuvo un temor y de inmediato comenzó a orar para que los males no se opusieran en su propósito de vida, pero algo se interpuso en su oración una voz de una mujer que decía:
-Buenas padrecito mi nombre es Mercedes, ya sabíamos que venía siga y acomódese en mi casita.
A lo que él padre contexto.
-Mucho gusto Laureano Camargo y soy el nuevo sacerdote de esta región.
El párroco llego a la casa de aquella señora extraña, un hogar de madera y un poco atemorizante, a pesar de que esta era gigante, doña Mercedes vivía sola.
Al caer la noche Laureano realizaba su oración de rutina, agradeciendo a Dios por darle la oportunidad de ser uno de sus servidores, cuando apago las velas para por fin dormir vio que los agujeros entre las tablas poseían ojos que no lo dejaban de observar sin parpadear, unos segundos más tarde empezó a escuchar silbidos extraordinarios. El joven se levantó de su cama y salió a la calle a ver qué sucedía, de pronto vio junto al pino nada más ni menos, un concilio de diez seres misteriosos, todos enmascarados y abrigados hasta los talones.
Laureano se aproximó cuidadosamente y se recostó tras el pino a parar oreja.
-Este nuevo padrecito hay que sacarlo chontiado- dijo una mujer
-Si querida, en mi casa la vida de este niñito no será color de rosas.
A lo que las demás respondieron con muchos silbidos.
El padre supo entonces que se encontraba frente al Aquelarre y corrió devuelta a la casa, allí se puso a orar hasta que amaneció. En la mañana cuando el sacerdote estaba listo para la primera misa, doña Mercedes le ofreció un tinto, a lo que el padre acepto, pero no sin antes bendecirlo.
Cuando llego a la pequeña capilla encontró el cristo boca abajo y sangre chorreada en el piso, algo un poco atemorizante, pero él movió una banca y lo acomodo. En el tercer campanazo aparecieron un montón de ancianas, cinco o tres señoritas, entre ellas una joven muy hermosa junto a su esposo y unos cuantos señores de bigote y barba, el joven se presentó. Al llegar el momento de recibir la comunión se levantaron todos a comulgar, pasaba uno a uno, pero había algo extraño, el padre sentía que su mano comenzaba a quemarse cuando les daba la comunión a algunas personas, pero cuando paso doña Mercedes la ostia comenzó a derretirse. La siguiente era la joven y el padre quedo tan asombrado con su belleza que dejo caer la ostia, ella la recogió la limpio y se la llevo en su mano.
Pasaron las horas y la noche callo, un nuevo temor apareció. El sacerdote se recostó cuando sobre su pecho una fuerza extraña lo monto, quedo inmóvil, no podía respirar lo único que intentaba hacer era orar, de un momento a otro vio cuando una bruja al suelo callo y el padre con su escapulario la ilumino y ella desapareció. Cuando el sol irradio el cura corrió a buscar la manera de librarse de la bruja, en la biblioteca de la iglesia hallo un libro que titulaba “Manual contra el mal” Laureano lo abrió y en la página principal encontró el nombre de todos los padres que habían estado antes de él, cada uno con una experiencia de vida y una forma de librarse de las brujas.
Reconoció el que lo visito la noche anterior era la bruja que había atormentado al padre Pio y decía:
“Para librarme de esta bruja lo único que hice fue pintar una cruz tras la puerta y otra tras la ventana”.
Llego la noche y Laureano puso a prueba lo del libro, le funciono porque la bruja no pudo entrar, pero sin embargo al darle la espalda al techo un nuevo espanto callo sobre él, y le rasguño su espalda toda la noche. Al amanecer ya cuando la bruja no se encontraba, el padre comenzó a leer la descripción que hacia el sacerdote Danilo de la bruja que lo había atormentado.
“Me paso sus largas uñas toda la noche por mi espalda, tanto así que se veía mi carne viva, la única forma de librarme de esta bruja después de las tantas maneras que use fue coger mis calzoncillos ya usados, ponerle unas tijeras cortándolos, después colocarlo bajo mi almohada”
Laureano puso esto en práctica y le funciono. Durante las siguientes siete noches aparecieron brujas distintas y él las fue ahuyentando con los trucos de los párrocos anteriores. Una noche el padre estaba seguro que solo faltaba una así que miro el libro, pero se encontró con la noticia que no había más testimonios, el cura quedo tan asustado que utilizo los siete remedios anteriores al mismo tiempo, pero ya cuando se estaba acostando, golpearon a la puerta de su habitación.
- ¿Quién es? Pregunto Laureano
- Soy yo Carmelita
Carmelita era la joven hermosa de la Iglesia, el padre abrió la puerta y le dijo pasa, en ese instante un viento escalofriante apago las velas. Ella se sentó en la cama y comenzó a confesarle que estaba enamorada de un hombre prohibido y en sus ojos se reflejaba el amor que sentía, de pronto los labios de ambos comenzaron a buscarse hasta que una cosa conllevo a la otra. Eran la cinco de la mañana, cuando ella se levantó, Laureano vio cuando se convirtió en un ave atemorizante y se paró junto a la ventana.
Cuando el ave extraña ya se había ido el padre entro en un estado de depresión, ya que había traicionado su matrimonio con la iglesia y fallo en su propósito. Fue tanta la culpa que alisto maleta de vuelta a casa. Laureano paso por donde mi abuelo, le conto todo lo sucedido y continuo su camino, pero jamás llego a su destino.
AUTOR: Juliandres
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