Cuando se asiente en la oscuridad el paisaje,
te abrazaré, porque esta lluvia que cae
siembra el tiempo que estamos predestinados
a vivir. No me juzgues, solo abrásame,
que yo caminaré lentamente por los retazos
del aire que exhalan tus labios. Los beberé
y me estremeceré en los fragmentos
que va dejando este andar juntos, a la par,
distintos y necesitados como la espuma del mar,
que no es agua marina, pero en ella vive.
Disfrutemos este alboroto primaveral
con la obsesión con que se repiten en la memoria
los minutos de nuestros avaros encuentros.