El poema es nuestra particular visita
al confesionario el día que falta el cura.


Cuando nuestra voz,
reflejo de nuestra alma,
grita en silencio
a cada uno de nuestros yo,
a cada uno de vuestros tus.
Esa voz callada,
práctica y desordenada
ordena el mundo,
anticipa dolor y alegría.
Pregunta y respuesta
en dudosa interlocución
que articula la esperanza
de quien no tiene miedo
de escapar de sí mismo,
que obstruye el pavor
de reconocerse en un otro,
más allá de una idílica idealización
que ampara nuestro desamparo,
que nos libera
de esa ilusoria libertad
y nos avisa del peligro que tiene
no conseguir escucharnos,
no dar voz a nuestra voz
y extraviarnos en la ausencia
sin dar oído al silencio,
a la voz callada de este poema,
alerta sin esperanza
porque la poesía no es solución.
El poema al final solo sirve
para convencer a los convencidos
y nuestro espejo solo miente
si nosotros queremos.