El día 10 de enero de 2016 muere David Robert Jones, conocido mundialmente como David Bowie.

Cuando hablamos de David Bowie, nos referimos a alguien más que un simple músico, alguien más que un mero artista de los muchos que pueblan nuestro nutrido universo pop. Bowie es sin lugar a dudas -lo era ya de hecho antes de su fallecimiento- uno de los iconos fundamentales de finales del siglo XX e inicio del XXI. Una de esas personalidades que explican, ilustran y definen el período histórico que le tocó vivir.

Si hablamos de unas épocas convulsas -finales de los 60, los 70, los 80, etc.- caracterizadas por crisis económicas varias, enfrentamientos políticos de todo tipo, cambios sociales transcendentales en diversos ámbitos (en la moral, en la educación, en las costumbres); Bowie aparece como un personaje insoslayable, producto de su tiempo, de un contexto histórico singular y concreto y que de algún modo lo simboliza y representa, condensando todo ese dinamismo, esa riqueza, esa continúa transformación.

Su figura se nos presenta proteica e inagotable. Audaz, inteligente, camaleónico; imagen emblemática que va mutando, se va transformando, al ritmo marcado por el signo de los tiempos. Será así como distintos perfiles del artista, diferentes Bowies de naturaleza varia, manifestaciones diversas de la personalidad de un mismo protagonista, van a ir acompañando la evolución de una sociedad que se presenta a su vez cambiante e inasible.

Desde el andrógino y etéreo Ziggy Stardust, alucinada recreación de una rockstar mitológica, desmesurada, inquietante epifanía de rumores apocalípticos; pasando por el paradigma de cantante soul oscuro, marginal y canalla en el que se traslucían los estragos de la fama, hasta el sujeto distante, frío y alienado que indaga y experimenta durante su etapa berlinesa, todo Bowie es una continua transmutación en que los cambios de piel se suceden en una especie de carrusel interminable de insólitos caracteres.

¿Quién es en realidad David Bowie? David Robert Jones discierne perfectamente quién es de quién no es. La persona en ningún momento llega a identificarse con el personaje. Él se reconoce más en el papel de actor que en la imagen de estrella de rock. Alguien que simula, que representa, que se esconde detrás de la máscara de personaje icónico para llevar a cabo la puesta en escena vitriólica, deformada, del lado sombrío y decadente de un individuo ilusorio que en el fondo simboliza a nuestra sociedad.


La amplia influencia de Bowie en el mundo de la creación acabará abarcando los campos más dispares de la cultura contemporánea: cine, teatro, moda, pintura, arte en general y, sobre todo fundamentalmente, la música.

Músico exquisito y portentoso, sus canciones consiguen aunar una innegable complejidad compositiva con un sonido accesible, cercano, popular; algo que está al alcance de muy pocos, rasgo característico de los realmente grandes. Creador de maravillas sonoras como 'Starman', 'Rebel Rebel', 'Ashes to Ashes', 'Heroes' o 'Let's Dance', su obra ya forma parte de la banda sonora esencial del siglo XX y también del XXI (junto a The Beatles, Dylan, Stones... en fin, palabras mayores).

Podríamos referirnos a sus múltiples discos y colaboraciones (con George Harrison, Lou Reed, Bryan Eno, etc.), a sus incursiones teatrales y cinematográficas, a su inmensa influencia multidisciplinar y sociocultural. Sería inabarcable. Personalidad cambiante y prodigiosa, siempre abriendo nuevos caminos, siempre descubriendo territorios inexplorados, siempre sorprendiéndonos. David Robert Jones, David Bowie; músico, personaje, símbolo, mito.