Hace mucho tiempo que no ingreso a mi departamento y al abrir la puerta contemplo como una pátina azulina cubre los escasos muebles del recinto. Allí está mi computador híbrido, con esa especie de escarcha azul grisácea que denota el abandono.
El motivo de mi llegada al departamento, ubicado en una zona aledaña de la Ciudad de los Cuentos, lugar en que no se percibe el ajetreo céntrico ni las estridencias de los vehículos azulinos que transportan a sus miles de habitantes, se debe a que quiero celebrar esta festividad con mis amigos de la página, para los que he comprado regalos.
No puedo negar que siento una gran nostalgia, porque muchos de mis antiguos amigos se fueron irremediablemente de este lugar y hoy sus departamentos son ocupados por otras personas, tan entusiastas y amables como los que ya no están. Es imposible no recordar a Anémona, que se fue bien lejos, pero que siempre se asoma para saludarme; tenemos a Shou, mágica hacedora de Haikus en los cuales, pese a su brevedad, cabe un mundo entero; se nos fue Nomecreona, que hoy es nuestro embajador en el más allá y así, tantos y tan variados amigos que ahora subyacen en el recuerdo y la admiración.
Pero, dejemos de lado la nostalgia y atengámonos a lo que viene. Como es de esperar, nuestra maestra de ceremonias será la queridísima Sofiama, sutil hada de los ensueños y de los halagos, que haciendo gala de su elegancia, irá recibiendo a cada uno de los invitados. Avizoro a Gafer, trayendo bajo su brazo un atado de sabores y aromas propios de su tierra. Los pondrá sobre la mesa y comenzarán solos a transformarse en una poesía íntima y sincera. ¿Qué no es la Numeritos, la suave y sentimental Victoria, que a cada suspiro suyo, nace un poema. Adelante, bella dama. La sigue el pícaro Grilo, contemplándonos a todos con ojo avizor, para luego crear un cuento de rechupete, de esos que a uno lo hacen desternillarse de la risa, pero que al final, lo dejan pensando. Esa es la reacción que provocan en nosotros, los buenos humoristas. Sírvase señor, allí tiene un pisco que es mejor que un buen amigo y que multiplica todo, porque al final usted terminará viendo doble. Y que mejor que ver doble los escritos de Sheisan, breves muchos de ellos, pero con un significado que lo deja a uno con un buen sabor de boca.
Y se abre la puerta y aparece un señor que viene a alegrar aún más el ambiente. Es el gran Chilicote, con una guitarra en sus manos y una sonrisa ancha para regalarnos. Y comienza a cantar mientras los demás aplaudimos. Que bello momento, sí señor.
¡Miren quien llegó aquí! La sin par Bishujoo, poetisa que documenta íntimos momentos con tanto talento que uno pareciera ser un intruso dentro de un encendido romance. Asiento, querida niña y disfrute de la compañía. Ahora entra Galladrielle, con una rosa en su mano y una espléndida sonrisa en su rostro enigmático, (deben comprender que a ciertos cuentistas los imagino de cualquier modo, ya que nunca he visto fotografía alguna de ellos). La primavera entra con ella y nos refresca en gran medida el departamento.
Y aquí se nos aparece el gran Yar, lobo de estirpe a veces siberiana y en otras, de los bosques de la Caperucita, así de tierno es este lobo cariñoso, de cálido acento, así como hablan los lobos buenos.
Pase no más mi señor. Y estacione su bicicleta en donde guste, ella también es parte de nosotros.
Me da no sé qué verlo tan serio y malhumorado en la puerta. No se atreve a pasar, pese al empeño que le pone Sofiama para que ingrese y comparta con todos nosotros. Es un nuevo adalid de los uneadores, el señor Mitnick. ¡Pero pase usted! ¡Bienvenido! Sírvase lo que guste, no hay rencores.
¡Miren quien llegó! ¡Vejete_ rokero_48! Y viene con un ojo en tinta, acompañado del compadre que se parece al de Aleste y nada menos que Beto Cuevas. Menos mal que hay harta cerveza en la hielera y por allí cuelga una guitarra que todavía tiene ganas que la tañan. Ahora asoma algo tímida Clorinda y más atrás, Marthalicia, ambas muy arregladas para la ocasión.
Si, ya sé Marthitalicia que metí las patas al comentar un cuento festivo sobre tu poema Cariátide. Pero, venga un brindis y al apa con todo, como dijo un tío mío que le pegaba también a la filosofía.
Vienen entrando en grupo, Dfabro, Nazareo_Mellado, Gsap y Yosoyasí. Yo también- le digo al oído y ella pega una risotada impresionante. Luego asoman Kharey y Sespir. Aguardo que aparezca mi amiga lejana, Ana-Blaum, pero no hay caso. Ella no llega. Y continúan apareciendo los amigos de diferentes lugares de la ciudad azul y eso no es problema, porque como mi departamento es virtual, se va agrandando cada vez más y la terraza ya se va extendiendo hasta dos cuadras más allá. Somos casi dioses cuando tenemos la virtud de manejar las cosas sin límite alguno y yo creo que muchos de la página van a coincidir conmigo en esto.
¿Podrá creer alguien que entraron veinte mil personas a mi departamento? Y todos cantando y riendo, con las ventanas cerradas, por supuesto, porque algunos cuenteros no son de ir a fiestas y merecen su descanso.
A las doce de la noche, aparecen Neus de Juan y Graju, quien trae en sus manos un hermoso retrato que colgaré en un lugar privilegiado del departamento. También aparece sonriente la inolvidable Ignacia, que hace un paso de ballet y luego se toma al seco un guindado. Todos ellos son antiguos conocidos, como Mmagdalena, poetisa de gran escala que ríe y ríe antes que nadie cuente algo gracioso. Es así de linda ella.
Todos, o casi todos los de la página, nombrados o no, bailan, cantan y ríen hacíendose espacio en mi cada vez más enorme departamento. No importa, cuando se vayan todos, lo regreso a sus dimensiones normales.
Pero, vayan pasando, ¿quién es usted? ¿y usted?
¿y ustedes dos?
La lengua ya se me pone estropajosa y… mejor me voy a dormir un ratito.
¡Ust... ust.. ustedes sigan bailando y can... cant... cantando. Soy pesado de sueño.
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