Estamos en época de inclusiones de todo tipo y esa cosa se viene fuerte y esa misma fuerza e intensidad en los discursos, me hace pensar que esto no es más que una moda que se irá diluyendo avasallada por el lento transcurso de los meses y años. El hombre tiene la pésima costumbre de borrar con el codo lo que ha escrito con vehemencia. Se rompen los paradigmas, caen pisoteados por la marcha entusiasta de los que exigen cambios, pero como la mayoría de las veces esos cambios no generan una perspectiva mejor, vamos maquillando los paradigmas, enyesemos lo averiado y levantémoslos de nuevo con el rótulo de “Nuevo Paradigma”.
Y se viene tan fuerte esto de la inclusión que me temo que no faltará la voz que demande a los dioses por ser tan discriminadores en su actuar, por hacernos de ojos negros, azules, de tez oscura como el carbón o amarilla o de un tenue blanco invierno, feos, bonitos, con piernas telescópicas o cortas como un suspiro. Y que por qué no salimos todos iguales para que no hubiese diferencias u odiosidades. Y como los dioses son entes subjetivos a los que cada cual les agrega carne y sustento de acuerdo a sus propias creencias, nos encontramos con que la demanda se diluirá y entonces serán los cirujanos plásticos y esteticistas los que harán las veces de ministros plenipotenciarios de esas deidades y poniendo en práctica sus conocimientos con elementos químicos o bisturí en mano, según sea el caso, harán las correcciones que sean necesarias.
Años ha, un perro o un gato yacían despanzurrados a la vera del camino. Hoy, se les hace un responso, se les entrega cristiana sepultura y esta noticia ocupa un largo espacio en la prensa. No está malo que sea así, pero, que no se crean esos señores, que por alzar su voz en defensa esas criaturitas de Dios, serán investidos por virtud de una varita mágica como seres humanos piadosos y generosos. Nada de eso –y aquí me sigue latiendo que todo este aparato solidario animalista carece de sustento y que caerá por su propio peso más temprano que tarde. Sé de muchos de esos personajes caritativos que en su propio hogar son verdaderos ogros, desvirtuando en cada acto suyo esa bondad en HD que demuestran en pantalla. Otros conducen ebrios, sin importarles un pepino la vida ajena, porque la propia, ya dan por descontado que son inmortales. Otro, es capaz de hacerle arrumacos a una iguana, pero no les envía dinero a sus hijos ya que siendo esposo separado, prefiere conversar con ellos por Whatsapp y evitar el cálido roce de sus personitas y la belleza de una conversación con alguien que lleva su propia sangre.
Mientras escribo estas precisiones, un perrito me contempla con sus ojos tristes, como diciéndome: “Mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi especie.”
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