Por alguna razón y acaso por ese innegable afán de la mujer de clasificarlo todo en diferentes gavetas para no confundir las cosas, e imaginando que su conformación cerebral es muy parecida, ordenando cada recuerdo en un particular espacio dentro de los galpones memoriosos de su cerebro, la fémina muchas veces, por no decir siempre, nos supera en esos detalles ínfimos que para ella sí son importantes.
En cualquier conversación que se produzca, la mujer, sea esta madre, esposa, hija o abuela, está atenta a los pormenores del diálogo, prestando especial atención a lo que diga su pariente.
Mi padre, que parecía tener muchas historias en su cabeza, ordenadas a su manera, de la misma forma en que guardaba sus objetos en el ropero, es decir, a la buena de Dios, nos contaba a veces alguna de sus cuitas:
-Y esa vez caminaba yo por la calle y aparecieron los tipos y me asaltaron, tú no habías nacido todavía.
Y allí se escucha clara y precisa la voz de mi madre, que cocinaba el almuerzo:
-¿Cómo que no había nacido? Ya tenía un año cuando te asaltaron. ¿O no te acuerdas acaso cuando te preguntaba el pobrecito: “¿qué a pachó Luchito?”
Otro amigo comentaba sobre cuando se vino a Santiago, arrendaron con su esposa una casita en La Florida y les tocó en suerte un vecino que tocaba la trompeta a toda hora y no los dejaba dormir.
Y la voz de la esposa, en off:
-Te equivocas Peyo, ese vecino vivía en la casa de Cerrillos, que fue la segunda vivienda a la que nos cambiamos.
-¡Ah! Es cierto.
El padre comenta al amigo que cierta vez, cuando estaba en Australia, un anciano le dijo que no visitara cierto lugar porque iba a defraudarlo. Era el mismo don Santa, que no sé qué diablos hacía allí.
La hija, en off:
-¡Papá! ¿Qué estás diciendo? Don Santa tenía casi tu edad y nunca fue a Australia. Estás confundiendo. Tú nos contaste que ese viejito era un señor que vivía cerca de tu amigo y que le caíste en gracia por tu acento tan enrevesado.
-Bueno, será.
-Nada que será, así fue.
El vecino cuenta que hace diez años que no viaja a sus pagos y que este año sí que lo hará.
La vecina, también en off:
-¿Cómo que hace diez años? Si fuimos el año pasado. Este viejo se está poniendo desmemoriado.
El señor de la panadería cuenta que hace treinta años que se dedica al rubro y que nunca ha tenido problema alguno con nadie. Y que antes se dedicó a la venta de materiales de construcción.
La esposa:
-Veinte años y no treinta como cuentas. Y antes, nos dedicamos a la sastrería con tu tío Alberto, ¿qué no te acuerdas?
-Cómo tú digas. Si así lo dices es porque así fue.
El abuelo dice que era blanco, la abuela, refuta y precisa que era negro.
El esposo dice que eran evangélicos y la mujer contraataca afirmando que eran testigos de Jehová.
Y así por el estilo. Por lo tanto, es recomendable anotar todos los hitos en una libretita, porque si no siempre habrá una voz enérgica, generalmente detrás de bastidores que negará todo cuanto hayamos dicho, aseverando con pelos y señales que las cosas eran de esta manera y no de otra.
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