-¡Date prisa! –Exclamó mamá corriendo por el oscuro bosque- ¡tenemos que encontrar a Mery!
-Corro tan rápido como puedo querida.
Se oyó una caída. La mamá de Mery se detuvo y miró hacia atrás. Era papá. Se había tropezado con la raíz de un árbol y estaba tirado en el suelo. Mamá corrió a ayudarlo.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, estoy bien. Solo fue una caída.
-¿Te puedes levantar?
-Sí, eso creo.
-Déjame que te ayude.
Mamá ayudó a papá a ponerse de pie.
-Bien, ahora apoya tu pie derecho.
-Lo haré… ¡ay! –papá levantó su pie derecho.
-¿Qué pasa?
-Creo que me torcí el tobillo.
-¡Ay no! –exclamó mamá preocupada.
-No puedo correr.
-Pero… ¿y Mery? ¿Qué pasa con ella?
-Creo que lo mejor es que yo vuelva a casa. No quiero serte un estorbo que te distraiga de buscarla.
-¿Pero en esas condiciones? No, no te lo permitiré. Está oscuro y te puedes hacer más daño.
-¿Pero y entonces? Ya te dije que no puedo correr así.
-Entonces iremos despacio.
***
Mamá rodeó a papá por el hombro izquierdo con su brazo. Papá hizo lo mismo pero por el hombro derecho. Siguieron con su búsqueda, despacio y con mucho cuidado.
Mery avanzaba despacio, con mucho miedo. No podía ver mucho por la oscuridad. Las lechuzas y búhos ponían un ambiente más siniestro con sus sonidos. No sabía para donde iba, solo sabía que caminaba. Una fuerte ráfaga de viento helado le daba en la cara. Era tan fuerte que la botó en varias ocasiones. El frío empezó a tocar su cuerpo. Temblaba. Trató de calentarse con su aliento, pero también estaba helado. Se abrazó a si misma e intentó avanzar. Difícilmente, pero lo hizo. Luego de un rato oyó un extraño ruido. Se giró en todas direcciones para saber de dónde provenía.
-¿Q-quién anda a-ahí? –preguntó asustada. Nadie respondió. Miro hacia adelante. Un enjambre de murciélagos se aproximaba a ella. Gritó. El enjambre chocó contra su cabeza, algunos querían morderla. Ella trataba de quitárselos con la mano. El enjambre la terminó derribando. Mery cayó al suelo y los murciélagos se perdieron volando hacia el cielo. Mery se quedó en el suelo llorando.
-¿Por qué? –se preguntaba entre llanto- ¿Por qué a mí?
Mery escuchó un ruido nuevamente. Levantó la cabeza. Miles de ojos amarillos la miraban desde todas las direcciones posibles. Lanzó un grito y salió corriendo con los ojos cerrados. Terminó chocando contra un árbol. Mery se puso a llorar con más fuerza.
-¡Mami! –Gritaba entre llantos- ¿Dónde estás mami?
Mery se puso en posición fetal y siguió llorando.
Comenzó a chuparse el dedo. Después de un rato sintió que le acariciaban suavemente el cabello. Se volteó. Había un anciano vestido de blanco y con su barba y cabello canosos. Sonreía alegremente mientras le acariciaba el cabello. Se asustó.
-¿Q-quién es usted? –preguntó Mery retrocediendo unos pasos.
-¡Hola Mery! –respondió el anciano sonriendo.
-¿C-cómo sabe mi nombre? –preguntó ahora Mery, muy asustada.
-¿Qué hace una niña como tú sola en un bosque tan oscuro como este?
-Venía siguiendo unas luciérnagas.
-¿Y eso? ¿Por qué?
-Pues… ellas me dijeron que lo hiciera.
-¿Las luciérnagas te dijeron que las siguieras?
Mery asintió.
-Ya veo…
-¿Y quién es usted?
-Bueno, mi nombre es…
Cuando el anciano iba a decir su nombre, unas luciérnagas comenzaron a pasearse alrededor de ambos. Era realmente hermoso. Las luciérnagas se movían lentamente, intercalando cada 2 segundos los colores verde y azul con el rosado y amarillo. Mery estaba asombrada.
-Guau –dijo Mery asombrada mientras contemplaba el espectáculo.
-Mery…
-¡Ahí está! –exclamó Mery.
-¿Qué cosa? –preguntó el anciano.
-¡La voz, la voz que me trajo aquí! ¡Escuché!
-Mery…
-¡Ahí está, ahí está! ¿Lo escuchó?
-Sí, claramente.
-¿Pero de dónde viene?
-Atrás de ti Mery…
Mery volteó. Había unas luciérnagas formando un rostro sonriente.
-Sígueme Mery.
Las luciérnagas se separaron y se internaron en la oscuridad.
-¡Ahí van, ahí van! ¡Sigámoslas! –Exclamó Mery tomándole la mano al anciano y caminando velozmente.
-De acuerdo, de acuerdo, pero espera –el anciano detuvo a Mery-, vamos despacio. Ya no estoy en la edad de correr. ¿De acuerdo?
-De acuerdo –dijo Mery haciendo un puchero con el rostro.
Mery y el anciano se tomaron de la mano mientras iban siguiendo las luces brillantes. Caminaron por largo rato. Fue entonces que las luciérnagas se detuvieron. Estaban en el centro del bosque. Mery soltó la mano del anciano y corrió hacia las luces.
-Hemos llegado Mery…
-¿Llegado? ¿A dónde?
-Pronto lo sabrás Mery…
Dicho esto las luciérnagas se desvanecieron, dejando a Mery muy confusa. |