El Loro y el Moro
En la Av. Rawson, pasando Av. Córdoba, en la vereda Oeste, y a pocos metros del Hospital Dr. G. Rawson, había, desde hace muchos años, una casa de citas.
Parece que a sus propietarios las finanzas no le andaban bien, y decidieron cerrar el otrora lucrativo negocio.
Hacía varios días, que al pasar por la vereda de ese “negocio” se veía un cartel que rezaba: “SE VENDEN CAMAS, MESAS DE LUZ, SILLAS, MESAS Y EL Loro”.
Ya habían vendido todo, sólo les quedaba el Loro;
Pobrecito, allí estaba el lindo y gran Loro, caminando y girando alrededor de un aro despintado y con muchos excrementos, con alguna que otra pluma pegada a unos alambres y a la baranda de la reja del frente de la edificación.
Esa tarde, los dueños de la Casa de citas y del Loro, no hallaban que hacer con el bicho; no lo podían vender; propagandeaban a cuanto transeúnte pasaba por esa casona, y nada; ni siquiera se acercaban a preguntar el costo.
Una señora pasa por la vereda y se acerca a curiosear. Alta, esbelta y rubia, le llamó la atención el Loro. Entonces le pregunta a uno de los dueños, que si a ese Loro lo vendían, a lo que uno de los dueños le contesta que para liquidar el negocio, le regalaban el Loro; además le dijeron que el Loro era un Loro hablador; que cuando entraba en confianza, hablaba de todo.
Ante tanta insistencia de los vendedores y ante la propaganda de que el Loro hablaba, aceptó el regalo, se tomó un taxi en la esquina y se lo llevó nomás.
Una vez en su casa, la señora rubia lleva el Loro al fondo, en la galería y lo coloca arriba de un aro de una planta de helecho. Busca algo de comida, una zanahoria y algunos trozos de lechuga y se los coloca en el borde del aro de la maceta de helecho. Le llama la atención que el Loro no hable nada, ya que le habían garantizado que hablaba y mucho.
Se retira del lugar y se devuelve para la cocina, cuando alcanza a escuchar al Loro decir:
--Madame nueva, madame nueva, madame nueva…
--Ay, era cierto que el Loro hablaba; ya estaba desconfiando de ese bendito Loro….
Mientras la señora de la casa estaba haciendo la limpieza de la cocina, entra su hija, que estudia en la Facultad de Ciencias Sociales y luego de dejar su mochila en un sillón del comedor, entra a saludar a su madre, a lo que el Loro desde la galería del fondo le dice:
--minas nuevas, minas nuevas, minas nuevas…..
La señora de la casa se puso muy contenta, de que el Loro hablara y tan clarito.
Continúa la señora charlando con su hija, cuando de repente, entra su marido, un señor de mediana estatura, morocho, de profesión contador, que dejando su saco y portafolio arriba de un escritorio, y mirando al fondo exclama:
--Así que tenemos un nuevo habitante en la casa, un Loro. Cómo es que llegó ese Loro a nuestra casa, quien es el que trajo este…….
No finalizaba de opinar sobre el Loro, cuando éste exclama:
- los mismos clientes, los mismos clientes, los mismos clientes……
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