TAL VEZ, TODO CUANTO UNO LEE EN LOS DIARIOS NO ES OTRA COSA QUE UN INVENTO DEL PERIODISMO DE FICCION.
Alejandro Dolina. "Relatores"
Para quien no conoce le cuento, el Paraje Rivalta está en el distrito de Lucas Norte del departamento Villaguay, centro de Entre Ríos.
Paisaje áspero, donde abunda el espinillo, el ñandubay, y hombres ásperos también, tal vez por el panorama, tal vez por el trabajo mal pago y poco apreciado de peón de campo. Tal vez por la soledad de esas almas…
Ranchos de adobe y paja, levantarse al amanecer y dormir apenas baja el sol. Una o dos veces a la semana ir al almacén de ramos generales, el “Tome y traiga”, que se convertía en bar al paso, con algún que otro salame y queso de campo como picada para disimular. El patrón Jacinto Sosa hacía la vista gorda a las partidas de naipes, todo suma se decía…juegan y toman,
toman y juegan. Esa moda de ir pal pueblo a hacer la compra de la mercadería lo llevaría a fundirse si no apelaba a esos artilugios.
Mujeres no, eso fue algo que nunca aceptó, las polleras atraen paisanos pero también problemas. Y los problemas de polleras atraen cuchillos. Los cuchillos grescas y las grescas al comisario. No, mujeres no.
Rolando Heinze, Aristóbulo Larralde, los hermanos Soto, José el mayor y Silvano el menor, aunque lo curtido de sus caras no dejaban ver diferencia de edades, eran clientes fijos. Casi inventariados en el boliche. El resto eran peones golondrina o muchachones que no resistían la dureza del trabajo y desaparecían al poco tiempo. Armaban la mesa de truco, los hermanos en contra de los de ajuera. Por ahí daba para el mus o los dados, pero el truco era sagrado. Se amanecían tomando y jugando, jugando y tomando.
Partidas bravas eran las jugadas por los hermanos por un lado y Heinze y Larralde del otro, mucho grito, mucha puteada y no faltó vez de una faca crucificando un naipe en la mesa.
Silvano era menos asiduo, tenía novia, la Leticia. Hija del viejo Tibaldo Bandera. Hombre mal llevado como pocos y empeoraba con cada peso que sumaba. Salir de peón como todos y llegar a patrón le llevaron años de privaciones y sacrificios. Y endurecieron su corazón. No se olvidaba de donde venía. No señor, pero para llegar dejó sangre, sudor y amigos.
No le convencía el noviazgo, para nada. No tenía nada que decir del Soto menor, peón de toda fajina que no le hacía asco al trabajo. Pero peón al fin. Muy a su pesar accedió por intervención de su patrona que le aseguró que cuanto mas le negara el permiso, más la Leticia se emperraría, y les aseguro que no le erraba en nada.
Tibaldo Bandera también iba al Tome y traiga, se sentaba solo y miraba de lejos la rutinaria ceremonia de (para él) los patéticos peones. Gente sin aspiraciones se decía…
A pesar de la timba el Tome y traiga se fundía. Jacinto Sosa se quemaba los sesos buscando alternativas sin encontrarlas.
¿Televisión? Imposible. Estaban en medio de la nada y para ver qué. ))))))))) Puso un teléfono público. Lo mismo que la nada. En ese lugar de parias nadie llamaba y no llamaban a nadie.
Un baile le dijo su patrona, Jacinto ármate un baile. Para evitar los colados cercamos el patio del almacén con bolsas de arpillera bien estaqueadas, cobramos la entrada y el beberaje es ganancia pura. Y hacemos correr la voz por todo Paraje Rivalta, y si llega a Lucas Sur ni hablar, se va a llenar. Invertir unos pesos en músicos nos va a triplicar la inversión, acordate. Pensalo.
Jacinto miró día tras días los estantes cada vez más vacíos, y sus bolsillos que iban por el mismo camino. Y accedió.
Poco a poco la idea fue tomando forma y a los cuarenta y cinco días exactos, el 19 de Diciembre se inauguró La peña y baile Tome y Traiga. Un exitazo. Gente de todo el distrito se dejó caer.
Brillaban las botas y las rastras, las mujeres maquilladas y taconeando a las chuequeadas por el piso de tierra.
Arrancaron los músicos y tímidamente se largaban a la pista improvisada. Primero los mayores con sus mujeres, los mozos empezaron a cabecear a las muchachas, que ante la novedad no le escapaban al bulto y no le miraban el pelo al candidato.
A plena fiesta se llegó Tibaldo Bandera, con su hija Leticia radiante en su belleza.
Silvano novio orgulloso no perdió tiempo en acercarse y dejar bien marcado el terreno, esa era su prienda.
La noche transcurrió jocosa y en calma, no hubo entredichos, algún que otro borracho q se durmió en una silla y promediando la madrugada el baile terminó, los asistentes marcharon contentos con la palabra dada por Jacinto Sosa que de ahí en más los bailes serian quincenales.
Jacinto tomó esa determinación en el aire, con una sola mirada a la caja de las entradas y otra a la de las bebidas y a ojo de buen cubero vio q era un negoción.
Llegó el 3 de Enero, la fecha ansiada, los concurrentes todavía con los vahos de las fiestas a cuestas arrancaron sin timidez al primer acorde, esta vez Leticia llegó del brazo de Silvano. No hubo mirada femenina que no se posara sobre él, ni masculina que no se embelesara con la de ella…incluida la mirada de José Soto a quien no pareció importarle la tirantez de los ojos de su hermano.
Y así continuó toda la noche. No podía dejar de observar a su cuñada.
Y la cosa no quedó ahí. Al día siguiente durante el almuerzo en casa de la familia Soto, José no ponía ningún disimulo, se deshacía en halagos hacia Leticia, ante el asombro de ella y del resto de los comensales. Y Silvano que no daba crédito a sus oídos.
Y de ahí en más José empezó a arrastrarle el ala a su cuñada. Ella intentaba salir airosa de las situaciones y al principio le contestaba bromeando, simulando tomar en chuscada.
Pero las cosas se ponían cada día más tensas, y ya corrían los comentarios en el Paraje que José le quería robar la novia al hermano.
A Tibaldo Bandera no le hacía la menor gracia que el nombre de su hija anduviera en boca de todos, pero menos gracia le hacía a Silvano.
Ya las juntadas en el Tome y Traiga empezaron a ralear, y cuando se hacían el aire se cortaba con un hilo. Tensión pura.
18 de Enero, tercer baile, llegaban los caballos con los mozos y las muchachas en jardinera, había un aire de fiesta, pero también de recelo. Ya todos sabían del amor que José le profesaba a Leticia sin pudores.
A pesar de ello la noche transcurrió en tensa calma y promediando el amanecer cada quién volvió a su casa.
Pasaban los meses y José estudió la rutina de Leticia, los martes visitaba a los abuelos, los jueves puntualmente a las 14hs iba a la capillita a dar catequesis. Sábados de mañana la compra de víveres en el pueblo. Domingos a las 7.30 preparaba las flores para la misa de las 9hs en el rústico templo.
La siguió siempre y a cierta distancia, viéndola cabalgar con gracia y firmeza.
Y José seguía a Silvano, cada vez con los ojos mas inyectados en sangre.
Y Leticia sabía que ambos hermanos estaban detrás de ella en cada una de sus salidas.
Ya no había bailes, el invierno feroz hacía imposible estar a la intemperie del patio del Tome y Traiga. Espinillos y pajonales bravucones bordeaban los caminos.
Jinetes solitarios se aventuraban por obligación a transitarlos. Y Leticia a cumplir con sus compromisos.
Y fue una mañana helada de domingo, cuando apenas venía clareando que José le atravesó el caballo. La mujer se apeó de un salto y de la nada un cuchillo estaba en su mano, el hombre cegado no lo vio, solo avanzó hacia ella y le desgarro la camisa. La mano de Leticia ligera como pluma descargó el arma en el cuello del atacante y en un revuelo de cascos y caballos Silvano se abalanzó sobre ambos, tres cuerpos trabados en lucha, gritos e insultos quebraron el silencio. Leticia ultimó a José con esa única cuchillada…y Silvano a Leticia en su fallido intento de salvarla.
Espantado y aturdido el sobreviviente se perdió entre la foresta, mudos olvidados se quedaron en ese lugar los caballos y los cuchillos. |