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Sé que están ahí, más que ahí aquí mismo.
Cerca, muy cerca. Sentirse observado sin saber por qué es una situación bastante incómoda, en la que cualquiera se siente vulnerable.
Se mezcla a curiosidad, la rabia, el enojo y el miedo. Lo que en pocas palabras es decir se siente como una porquería.
Vivo solo, no tengo mascotas. Las mascotas son un problema, demandan, demandan tiempo, atención, alimento, paseos y cariño. Demostraciones de cariño. ¡Un espanto!
Tengo mi casa. Hecha con mis propias manos, asentada en el sitio por mi elegido y diseñada a mi propio gusto.
No muchos tipos tienen mi suerte, yo presumo que tiene que ver con no tener una familia que mantener, una mujer rezongona y gastadora e hijos que crecen incesantemente en paralelo a sus demandas. No tengo auto ni otro medio de movilidad que mis pies, y considerando que me muevo en un radio no mayor a cincuenta metros de mi cocina, no gasto casi ni las suelas de mis botas…
Siento los ojos sobre mi…no puedo escribir y contarles si me observan sin descanso, tal vez logre fingir que no los noto y pueda seguir mi relato…
Retomando, y releyendo lo ya escrito no los juzgaría si me consideran un avaro, un amargado, un mezquino. Para nada, y si así lo hicieran poco me importa. Tampoco me importa que critiquen mi gramática o falta de estilo, solamente estoy escribiendo para no pensar y aliviar el sentirme vigilado. En tanto la lumbre de la vela resista seguiré. ¿Qué si no tengo más velas? ¡Obvio que si! Pero en esta casa está todo calculado minuciosamente, no hay razón de gastar más de una por noche teniendo en cuenta que el noventa y nueve por ciento de las cosas se pueden hacer a la luz del día…y sin gastar. Si no fuera por esos malditos ojos ya la habría apagado.
Supongo que se estarán preguntando sobre mí, mi aspecto, forma de vida, mis cotidianeidades.
Vivo como les conté en la casa que construí, una especie de cabaña sobre pilotes. Troncos cortados a hachazos como corresponde, una galería al frente y un ambiente que hace de recibidor, cocina, comedor y laboratorio. Un medio entre piso donde esta mi cama, que mas q cama es un jergón.
Mis necesidades son básicas y muy fáciles de cubrir, tengo una huerta y cazo animales silvestres. No desperdicio nada.
Mis clientes son de toda clase, tanto social como espiritual por no decir intelectual.
El abanico cubre desde nuevos ricos generalmente con mal gusto, viejitas que parecen mantenerse en pié solo por milagro, asesinos de humanos frustrados…
(Debo interrumpir la escritura, ya casi no veo y los ojos son más, cada vez más…y estoy seguro que no es producto del formol y otros químicos que tengo acumulados.)
Soy un hombre mayor, recorriendo seguramente los últimos diez años de vida que me restan, si es que los ojos no se ponen en acción antes.
Llevo barba, tal vez larga, canosa, y como mi pelo se ve hirsuta y desprolija. Visto ropa de trabajo cada día, casi siempre mamelucos manchados y calzo botas de goma siempre, no importa la estación del año. Mi andar es enérgico aunque calmo, seguro, en mi oficio la firmeza y la tranquilidad son fundamentales.
Empecé con la taxidermia muy joven, mirando primero a mi abuelo, después a mi padre, observando y preguntando. Y también aprovechando cada vez que me ofrecían hacerlo.
Pájaros pequeños, mascotas, presas de caza, todo animal muerto que me han traído se ha convertido en una obra de arte, casi un canto a la vida, ja ja aja, leo y parece morboso.
Todo iba bien hasta que acepté hacer trabajos mas grandes, ciervos, alguna cebra, osos pardos, jabalíes.
La calidad de mi trabajo se difundió de boca en boca y cada vez mas clientes se acercaban a mi casa plantada en medio de la nada.
Y soy humano, el dinero tienta hasta al más austero, pero no fué solo el dinero, no señores, fué mi ego.
Y esa primea vez, cuando un caballero adinerado llegó a mi compungido, destrozado, un muerto vivo y halagando mi excelencia en mi trabajo no pude resistirme.
Y embalsame a su amada esposa. Y fue el cliente inicial. Lo siguieron mas.
Esposos, abuelos, hijos, cada quien traía su persona amada fallecida para que yo lo preserve del deterioro de la muerte, que mantenga esa funda que los contuvo en vida.
¡Como podía yo adivinar que los mantendrían en sus hogares! ¿Cómo podría yo haber sabido que convivirían con ellos como si aún vivieran? ¿Cómo pretendían que yo previera lo que ocurrió?
Y comenzaron a traerlos de nuevo a mi casa…uno tras otro sin parar.
Se apaga mi vela, y los ojos, esos ojos que yo puse y son de vidrio comienzan a parpadear, no estoy loco. Tampoco mis clientes. Ojos dejen ya de observarme…solamente hacía mi trabajo!

Texto agregado el 05-12-2016, y leído por 302 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
05-12-2016 Al inicio no despierta atractivo...pasados los primeros párrafos te atrapa. Algo de acción esperaba al final. 4* Nazareo_Mellado
05-12-2016 ¿No habrás embalsamado a algún auditor de impuestos.Y te aseguraste de que estuviera bien muertito y mejor embalsamado?Recuerda que la División de impuestos jamás te quita el ojo de encima.UN ABRAZO. gafer
 
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