Somos animales urbanos, una entidad de cemento y asfalto.
Nos atenemos a las reglas de los semáforos
y gustosos pagamos las tarifas de las aglomeraciones.
Somos tanta lástima junta que damos pena,
pero no nos abandonamos.
Nosotros sabemos que vivir así no es culpa nuestra,
hay quienes supondrán que vivimos colgados en los postes,
bajo un cielo enlutado de smog y polución.
Puede ser cierto, al menos en la penumbra matinal.
Pero sabemos esconder la respiración
con perfumes importados y anti transpirantes selectivos.
Ya no recordamos cómo nos llamamos,
somos anónimos parientes de la familia humana,
Caminamos por pavimentadas praderas
esquivando automóviles y regalos que nos dejan los perros,
acarreamos maletas llenas de múltiples naderías,
descubrimos la primavera con los pimpollos que brotan
en el puesto de flores.
Nos asombra la belleza salvaje en la tapa de una revista,
pero un día de campo nos agota y nos ahoga
con sus toneladas de aire puro y sus verdes naturales.
Somos una nueva especie: animales urbanos.