Llegaron sin previo aviso, amparados en los escondrijos valederos de la sorpresa, armados de fusiles, cañones y discursos intimidatorios. Se apropiaron de todos los espacios, se ungieron como reyes de sangre espuria, ataviados con una larga saya de odiosidades, que ahora es el combustible para la acción, colocando el consecuente dedo en el gatillo para instaurar la obediencia ciega y sin discusión alguna. La traición, o la justicia, son definiciones escritas en arenas movedizas que significan una u otra cosa según la ribera en que se esté.
Hombres desnudos ante el arribo de toda esta parafernalia reformista que derribará sin freno alguno, mitos, héroes y tradiciones. Acaso intentarán oponer una inocua resistencia, pero serán encarcelados, difamados y en el peor de los casos, asesinados en la plaza pública. Los más afortunados, volarán a cualquier parte del mundo para reenhebrar sus existencias. El resto, obsecuente, aguardará los edictos que irán acotando su libertad mientras un movimiento subterráneo, intentará transformar la subversión como objetivo de vida.
Dictadores, cada uno en las más dispares geografías, se valen del pueblo para ungirse como padrastros de una raza, motores de emprendimientos que no requieren asambleas, dictados casi bíblicos enrielados en un discurso adormecedor.
Algunos lograrán cierta pátina de prestigio, avalada por logros indiscutibles. El pueblo, sin embargo, sólo ansiará ver dibujarse en el horizonte una nube libertaria que les devuelva la esperanza. Pero ellos, no se moverán de su sitio y ataviados de una suprema vocación de servicio, premiarán con medallas de hojalata a los obsecuentes y castigarán sin clemencia alguna al que levante la voz.
Muchos de estos dictadores cumplieron tan bien su papel redentor que hasta fueron glorificados tras su deceso, pero todo cálculo hecho por ellos no cuenta con el escrutinio de la verdad, esa palabra que tanto une y a veces separa cual anchuroso océano.
Y para todos ellos, tras su largo periplo en el poder, sólo la historia, la que es escrita por los hechos desnudos de tendencioso tinte, será la que los coloque en su justa medida en el lugar que se merecen.
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